—Es Vicenzo… —murmura Sarahi por lo bajo, pero todos se giran a verla—. Dejen de mirarme.
La familia entera se da cuenta de su imprudencia e inmediatamente se giran. Don Leo se acerca hasta donde Vicenzo y le saluda.
—¡Un gusto verte, muchacho! —Extiende su mano y Vicenzo detiene su andar para saludar.
Él está con una sola muleta que le ayuda a caminar, pues trae una bota férula en el pie, así que no batalla tanto al caminar como antes.
—Igualmente, don Leo, —él le saluda con tota la cortesía y modales que su familia le ha inculcado—. Hemos venido con un propósito, pero antes, permítame saludar a todos.
—Claro, pasen, están en su casa —don Leo se acerca a los acompañantes de Vicenzo, que no son nada más y nada menos que sus dos hermanos, Alessio y Stefano—. Mucho gusto, muchachos, soy Leonardo López Amor, para servirles.
Ambos hermanos se acercan y saludan amablemente. Este los invita a pasar a su humilde morada mientras escudriña el actuar de los hombres. Se da cuenta de que ninguno