-¡Edgard! –le llamó Wilfred desde afuera de su encierro. El hombre preso estaba sentado en el catre con la cabeza abajo, sufriendo en silencio su desdicha. Levantó la mirada y se dirigió hacia la voz que le hablaba sosteniendo los barrotes de la oscura celda.
-¡Gracias por venir amigo mío! –Respondió Phillips con aire de esperanza -¿Cómo entraste hasta acá? –preguntó.
-Vine para abogar por ti, el comisario me dejó entrar a verte. Quiero que sepas que tienes todo mi apoyo en esto –expresó –solo tengo preguntas, que únicamente tú puedes responder.
-¡Lo sé! –Dijo resignado –y estoy dispuesto a responderlas, Wilfred –caminó lentamente hacia atrás para sentarse de nuevo en el catr