—Descuida, no tengo intenciones ocultas —indicó el joven y corrió hacia donde estaban los pequeños.
—¡Vamos! —ordenó Francis cargando un brazo de ella sobre sus hombros para ayudarla a caminar—. ¿Sigues teniendo el dolor?
—Sí, aunque no es tan agudo —respondió cerrando los ojos.
—¿Aún no es momento de parto, verdad? —preguntó preocupado y le indicó que se tomará del auto para abrirle la puerta.
—No, estoy de siete meses, Fran —respondió la chica—. No sé que fue el dolor, pero se parecían a las contracciones cuando tuve a los mellizos.
—Si m