Se Busca Esposa.
Se Busca Esposa.
Por: NiNa G.
PRÓLOGO

— Ciro Marshall, ¿acepta usted, a esta mujer Isabella Miller....

— Preguntó el padre Mauricio, mientras me mantenia en el altar de aquella iglesia enfundado en mi fluyente esmoquin negro.

— ... Para ser tu verdadera y legítima esposa, para amarla, cuidarla y respetarla, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para mejor o peor, renunciando a otras mujeres y serle fiel hasta que la muerte los separe?.

— Parpadeé un par de veces al escuchar sus palabras.

¿Que fue lo que dijo? ¿Renunciar a otras mujeres?

Si todo fuera real, estoy seguro que decir "Si, acepto" sería mucho más fácil.

Las palabras saldrían de mi boca con más fluidez y menos toscas, después de todo, es la mujer que amo. La que elegí para compartir el resto de mi vida, pero resulta que la mujer que está a mi lado no debería estar ahí.

La novia era una sensual y encantadora desconocida a la cuál le iba a pagar varios miles de dólares para casarse conmigo y ayudarme a mantener mi fortuna.

Pero ¡por Dios! a simple vista se ve que no está a mi nivel, es todo lo contrario a lo que es Astrid.

Es una mujer inculta, sin clase y muy desordenada. Tampoco estoy seguro de que mi familia se trague el cuento de que un hombre cómo yo, pudo elegir a alguien cómo ella.

«Seré el hazme reír de mi familia»

— ¿Señor Marshall?

— La voz del padre, me trajo de regreso a la realidad dónde todos esperaban una respuesta.

— Eh.. Si, acepto.

— Dije finalmente después de mi breve pausa.

Ahora que las palabras estaban dichas no había vuelta atrás.

¡Demonios!

Miré a Isabella que se encontraba a mí lado. Su vestido de novia blanco de diseñador, junto a la tiara y guantes sin dedos hasta el codo, la hacían ver realmente guapa.

«Dios, no puedo creer que esté haciendo esto»

— Puede colocar el anillo en el dedo de su novia.

— Mi socio Alexandre y padrino de la boda, sacó los anillos dorados de su bolsillo y me los entregó, haciendo un gesto de picardía con su rostro.

— "Bastardo".

— Susurré con rabia entre dientes, pero sin dejar de sonreír.

Tomé la mano izquierda de la chica y deslicé el anillo en su delgado dedo, me sorprendió la facilidad con la que nuestras manos se enlazaron, a pesar de que ella estaba nerviosa, no había el menor indicio de vacilacion en su voz, incluso su rostro se veía inusualmente radiante, con rasgos suaves y definidos.

¿Pero, qué?

Moví mi cabeza para echar a un lado aquellos pensamientos cursis, pues había una diferencia de edad entre ésta chica y yo, sin mencionar que era mi segundo matrimonio, seguramente ante los medios y la farándula chupa sangre, debo verme cómo un tipo ridículo.

— Sin más preámbulos, ahora los declaro marido y mujer.

— Dijo el padre Mauricio, con su voz llena de alegría.

¿En verdad lo había hecho? Permanecí parado unos segundos mientras la realidad se desplegaba frente a mis ojos.

Si. si lo había hecho, me había casado con una bailarina desnudista.

¡Debo estar completamente loco!.

— Puede besar a su esposa señor Marshall.

— El padre me hizo seña de que ya era hora.

Debíamos sellar nuestro compromiso bajo la mirada atenta de todos los invitados.

Di un paso adelante para acercarme a mí nueva esposa y coloqué mis manos en su cintura, ella rodeó mi cuello con sus brazos de forma automática.

Era absulamente obligatorio que la besara pero más que eso, debía verse como si no fuese la primera vez.

Mis ojos se posaron en su pequeña boca que estaba pintada de un color rosa, sus labios eran carnosos y provocativos, la había pillado antes hacer ese gesto nervioso de morder su labio inferior, que en realidad me pareció muy sexy pero no digo absolutamente nada, sólo me limito a detallar su bonito rostro, hasta qué consigo mirarla a los ojos y me sorprendo al ver el verde esmeralda con pequeñas motitas marrones.

¡Son hermosos!

Entonces decido bajar mi rostro para depositar un casto beso, pero ella se adelanta y su lengua se introduce despacio, dentro de mí boca. Su mano se enreda en mi cabello para atraerme un poco más, todo mi cuerpo se estremece ante esta loca y seductora mujer.

Un gemido suave se escapa de sus labios, cuándo respondo su beso y le sigo el juego besándola a conciencia, dominando esta vez su lengua con la mía para obligarla a mantener mi ritmo, pero antes de seguir con esta locura me separé de ella.

— No te hagas ilusiones, Isabella.

— Susurré muy cerca de su oído, al ver que aún mantenía sus ojos cerrados.

— Jamás ocurrirá de nuevo. ¿Entiendes?

— Asintió con su cabeza.

— Lo entiendo queridísimo esposo.

— Respondió con frialdad mientras me apartaba de ella y tomaba su mano para caminar hacía la salida.

Recibimos los abrazos y las felicitaciones por parte de los invitados, luego descaradamente sonreimos con hipocresía ante los flashes de las cámaras e incluso posamos para unas cuantas fotos de portadas, así sería nuestra vida a partir de ahora, una completa y vil farsa.

Entonces, es allí dónde el verdadero juego comenzó y no tenía una idea en lo que me estaba metiendo realmente.

¿Cómo es que dejé que todo ésto pasara?

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