Llena de odio.

Ángela se había quedado dormida con su cabeza recostada en el hombro de Arturo, él al notarlo decidió llevarla dentro de la casa para qué descansará.

La casa era pequeña, solo contaba con una planta y una habitación, la cual tenía un balcón que conducía a la playa dejando apreciar su majestuosidad.

Arturo la recostó en la cómoda cama de casi dos metros y la cubrió con una fina sábana blanca, ella se veía tan angelical.

—Las protegeré sin importar que—le susurro Arturo mientras corría un mechón de cabello que tenía sobre el rostro—Les haré pagar todos ellos el daño que te han hecho.

Arturo se quitó su camisa quedando con el dorso desnudo y se recostó a su lado con la idea de dormir, pero antes admiro el rostro dormido de la mujer que amaba con locura.

Ya mañana sería otro día e iniciaría con todo el proceso para que Ángela pueda recuperar a su hija.

Ángela durmió muy tranquila, al despertar en la mañana se sintió encantada al ver por el gran ventanal el mar en todo su esplendor.

—¿Este
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