El sol entra por la ventana y se escuchan pajaritos cantando. Ignacio abre los ojos.
«No era una pesadilla».
El dolor ya ha pasado y se siente con más energía. Afuera el cielo está azul con algunas pequeñas nubes muy blancas que lo decoran. Llega a su mente el recuerdo del cuerpo de Manuel.
«¡Aún debe estar ahí afuera! Tengo que llamar a la policía».
Pero como si su mente estuviera en piloto automático, se detiene antes de dar el primer paso.
«¿Y qué va a pasar después? Van a ver a Manuel muerto, la pistola debe estar por ahí con mis huellas y además hay un testigo… Que no creo que aparezca, pero vio todo y podría perjudicarme si quisiera. Me voy a podrir en la cárcel».<