Seis meses después
No podía dejar de carcajearme mientras escuchaba a Allan lanzarme maldiciones a través de su puerta cerrada. Retrocedí, hasta pegar mi espalda contra la puerta de mi habitación, sintiéndome orgullosa de haber logrado mi objetivo.
—¡Maldita sea, Gabriella! ¡Abre la puta puerta! ¿Acaso pretendes que no llegue a tiempo a tomar el vuelo? —refunfuñó, sin dejar de mover la perilla de su puerta.
Puse los ojos en blanco mientras me giraba a abrir mi puerta; estaba verdaderamente molesto, puesto que nunca solía llamarme por mi segundo nombre.
—Cuando dejes de ser un cretino, entonces te dejaré salir.
—¡Tessa! ¿Sí recuerdas que yo también estoy aquí? —gritó Teresa, golpeando la pared con ambos puños.
Una sonrisa llena de satisfacción recorrió mi rostro. Así era justo como deseaba verlos, completamente encerrados hasta que lograran resolver sus broncas.