Alejandro estaba furioso. Miró a Laura con rabia:
— ¡Me ocuparé de ti después de encontrar a María!
Dicho esto, Alejandro sacó su teléfono y marcó el número de María.
Pensaba que con solo llamarla y consolarla un poco, ella volvería a su lado con la misma docilidad y sumisión de siempre. Pero para su incredulidad, llamó varias veces y María no contestó.
"¿Cómo es posible? ¿María no contesta mis llamadas?" Alejandro frunció el ceño, pensando que quizás no llevaba el teléfono encima.
Claro, ¿cómo iba a llevar un teléfono con el vestido de novia puesto?
Era imposible que María no contestara sus llamadas. Seguramente el teléfono no estaba con ella, por eso nadie respondía.
Incluso ahora, Alejandro no creía posible perder a María.
Para él, María era como una mascota que venía cuando la llamaba y se iba cuando la despedía. Las mascotas no pueden alejarse de sus dueños; solo tienen ojos y corazón para ellos, los aman incondicionalmente, y no importa cuán crueles sean sus dueños, jamás los aba