—¿Chloe? —preguntó Alex

Chloe ni siquiera lo podía mirar a la cara, no después de que estuvo a punto de besar a su esposa.

Se maldecía una y mil veces por tener aquella debilidad con la ojiverde, nunca debió dejar que se acercara más de un metro, desde el principio habían estado demasiado cerca y la chica se veía bastante perturbada como para haber tenido un final mejor.

No podía aguantar más la culpa, porque ella tenía claro cuánto le gustaba Lena, la manera en la que deseaba besar sus labios y lo mucho que le hubiera encantado repetir lo de aquella noche.

—¿Estás bien? —insistió Alex