Morgan le preguntó: —¿Quién es Hugo? Su padre se llama Julián, ¿y ayer fue a enviar flores y hacer reverencias en el cementerio, y ya olvidó eso?
—Ante mí, no necesitas fingir —dijo Carlos—. Si no sabías de eso, no me hubieras ocultado que obtuviste el certificado de matrimonio con Cira. Al actuar primero y pedir perdón después, ¿no es porque temías que yo te detuviera?
Morgan no dijo nada, levantó una taza de té, la olió y la bruma envolvió sus ojos, ocultando sus emociones.
—Morgan, ahora que eres el dueño de la empresa, saltaste sobre mí y formaste una alianza con Fermín y Osiel, no tengo objeciones. Pero ya que estás en esta posición y tienes este poder, debes asumir la responsabilidad total de ese asunto. Debes encontrar ese dinero, de lo contrario, para el grupo Nube Celeste, ¡habrá problemas interminables!
Carlos terminó de hablar y se fue. Morgan colocó la taza de té, su expresión se volvió cada vez más fría y silenciosa, como una extensión de hielo y nieve, imperturbable ante