Cira estaba enfadada, y ese enfado se convirtió en vergüenza y rabia. Apretó los dientes y le reprendió en voz baja: —¿Entonces, me buscaste solo por, por esto?
Se sintió como si algo le hubiera golpeado, pensando de repente: ¿era esa su nueva táctica? Antes, él la había «acostumbrado» a él de manera dominante, forzándola a quedarse a su lado. ¿Ahora estaba utilizando un enfoque más suave? ¿La había vuelto a engañar?
Cira ya no lo quería, de ninguna manera, intentó apartarse de él.
Morgan la agarró por la cintura por detrás: —Solo con amor hay deseo.
Cira sintió repentinamente escalofríos en su cuerpo y sus ojos se humedecieron ligeramente: —… Nunca he oído esa teoría. Los hombres realmente no pueden resistirse a ninguna de las mujeres.
—No yo. Yo elijo, solo a ti.
Cira murmuró: —Los hombres son capaces de decir cualquier cosa para llegar al final.
Morgan la miró en la oscuridad: —Entonces, cuando salga el sol, te lo diré de nuevo.
Cira se sintió ridícula esa noche.
Ridícula por llevar