El teléfono de Cira sonó en el momento adecuado.
Ella le echó un vistazo y sonrió disculpándose: —Es una llamada del señor Sánchez, debe ser algo urgente. Saldré a contestar, por favor, disfruten la comida, no esperen por mí.
Hubo decepción entre la multitud mientras Cira ignoraba las quejas y rápidamente abría la puerta de cristal del balcón.
Fermín miró su espalda, tomó una copa de vino y dio un sorbo, con una expresión de significado indescifrable.
Una vez afuera, Cira apagó la alarma de su teléfono y su expresión se volvió fría y tranquila. Decidió que, después de esa noche, hablaría seriamente con Fermín nuevamente, pidiéndole que no vuelva a hacer ese tipo de cosas.
Disfrutar de la diversión estaba bien, pero la coacción y la amenaza eran algo que le resultaba extremadamente desagradable.
El balcón era amplio, lleno de flores y plantas. Para crear una atmósfera agradable, se utilizaron lámparas de pie, por lo que la luz no era demasiado brillante.
Cira no tenía prisa por regresa