Como estaban bailando normalmente, las manos de Cira y Marcelo no se sujetaban tan fuerte, así que en cuanto Morgan tiró, se soltaron fácilmente. Él aprovechó para empujar a Lidia hacia el otro y después envolvió firmemente la cintura de Cira.
Cira volvió desprevenida frente a Morgan, mirándolo con asombro mientras él lucía impasible.
Se sintió como si fuera un objeto para él, algo desechable cuando no lo quería y arrebatado directamente cuando le apetecía.
No le ofrecía ni rastro de respeto a ella.
Cira reprimió su ira y preguntó: —Señor Vega, ¿qué estás haciendo?
—¿Qué? ¿Me estás culpando por separarte de tu señor Sánchez? —Morgan soltó una risa fría y replicó: —¿Es que has olvidado de quién eres?
¿De quién era ella?
Así era, a sus ojos, ella no era más que una herramienta o un objeto, nunca reconocida como una persona independiente. Siempre debía girar alrededor de él y quedarse a su disposición, ¡incluso su vida estaba en su mano!
Cira ya no quería seguir bailando con él.
Mucho men