El maldito desgraciado seguía sobre ella, pensaba Alondra, su desesperación aumentaba, no podía creer lo que le estaba pasando, sentía que era a otra persona a quien le estaba sucediendo eso, el hombre la golpeaba, cuando intentaba liberarse, ella lo mordió y él le propinó unas cachetadas, gritaba, era el momento más tormentoso que había vivido en su vida, se sentía tan impotente —¡Estate tranquila! Y deja que acabe con lo que estoy haciendo, y si quieres grita todo lo que quieras, que nadie te va a oír, primero te haré mía y luego, como no soy egoísta mis muchachos también tendrán su festín—. Concluyó con una carcajada mientras se vaciaba en ella.