Al entrar por la puerta principal de la Universidad del Thamesis, las miradas se posaron sobre él como si fuera un imán para la atención. Con esa aura de desafío y confianza que lo caracterizaba, Lyam avanzó decidido hacia el pasillo que conducía a la oficina del director. Sin tocar, abrió la puerta y se encontró con una escena poco convencional: el director Robert estaba sentado detrás de su escritorio, desprovisto de saco, con la corbata deshecha y los pies descalzos sobre la mesa.
El director alzó la vista, inicialmente confundido por la presencia del joven. Su rostro pasó de un tono intermedio a un blanco pálido en cuestión de segundos al reconocer a quien tenía delante.
—¡Señor Lambert! —exclamó, levantándose abruptamente mientras intentaba apresuradamente colocarse los zapatos.
Lyam lo ignoró y tomó asiento en la enorme silla del director, como si estuviera reclamando un trono. Con una mirada fija y penetrante, dijo—: Hace tiempo que no venía a la Universidad, así que iba de pas