Sofía Adams - Marzo de 2012
Estaba tomando un café con Anne y Tom en una cafetería en la esquina del hotel.
Desde que supe que el mismísimo demonio estaba allí, evitaba estar allí también.
- Entonces, ¿cómo has estado lidiando con todo? - Preguntó Anne, preocupada como siempre.
Hice como que no entendía.
- ¿Con todo qué? Estoy genial, ¿a qué discoteca vamos esta noche? - Pregunté sonriendo falsamente. Anne suspiró.
- Está bien, Anne no quiere presionarte, pero a mí no me importa, ¿qué demonios pasó con Hernández en el vestíbulo? - Preguntó Tom. - Anne me dijo que tuvieron una especie de pelea hace años y que él nos abandonó durante todos estos años, yo mismo le daría un puñetazo si Anne me dejara, pero demonios, parecía que estabas a punto de matar al tipo a golpes.
- Tuvo suerte de que no lo matara. - Dije en voz baja justo en el momento en que un coche seguía tocando la bocina sin parar al otro lado de la calle.
Tom todavía esperaba una respuesta y esta vez fui yo quien suspiró. - É