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LEYLA

El paño que sostengo en mis manos, no hace nada contra la suciedad de los platos llenos de sobras de comida. Es tan asqueroso limpiar la mierda que no quieren los demás. Pero por lo menos, a mí no se me caen los anillos por fregar unos cuantos cacharros. Tengo que aguantar las arcadas que sacuden mi débil estómago.

La oscuridad de la noche alumbra todos los escondrijos de esta casa, y el sonido de la lluvia por lo menos me relaja. Me estoy empezando a encontrar mal, mi cabeza da vueltas y mi estómago está tan revuelto, que temo porque eché todo lo que comí hoy.

No sé lo que me pasa.

A lo mejor son los nervios de mañana, después de todo eso también me perjudica a mí. Ya no puedo hacer nada, el destino ya está escrito. Pero en cuanto tenga una manera de escaparme, no dudaré en hacerlo. Ya no tengo nada que pueda atarme a Mal

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