Esa noche, la tensión disminuye y Talia se relaja a mi alrededor, pero yo empiezo a tener mis dudas. Como mujer casada que no está acostumbrada a tener a su hombre alrededor más que por un mes o dos, la distracción de los niños es bienvenida, pero tengo que recordarme constantemente que no soy solo yo en casa esta vez.
Anthony, a diferencia de Otto, camina en silencio y la única forma de saber que está cerca es cuando siento su mirada penetrante recorre mi cuerpo o cuando tropiezo contra él en medio de los pasillos.
Es la hora de dormir cuando nos tropezamos en la entrada del baño de visitas, y una sensación de dejà vu me recorre, tengo (irónicamente) la misma bata de seda que aquella noche, solo que, en lugar de una copa de vino