66. EPÍLOGO Parte II
Kenitra, Marruecos
Sharif
Llevaba unas horas encerrado en el despacho, mismas que vivía desde su partida. Amal y mi abuelo intentaron darme ánimos, pero nada podía hacerlo en este momento, no tenía las fuerzas hoy para hacer nada porque la forma en que ella se fue me destrozó por completo.
La mujer que me dio la vida me odiaba desde siempre, el hombre que se suponía era mi padre en realidad no lo era, no tenía nada en los bolsillos con qué empezar y me encontraba como muerto en vida desde que sus ojos azules dejaron de brillar, desde que su luz desapareció con su partida como el sol en el ocaso dejándome en tinieblas y con un enorme vacío donde se ubicaba mi corazón que latía ferviente de amor por ella.
Lucero De Almeida es la mujer que no esperaba ni deseaba en mi vida, es la persona que me generó múltiples confusiones diariamente y la que soportó semanas a mi lado de un peligro inminente, ella, aquella altanera y arrogante de ojos azules, sonrisa grande y una mirada que muestra u