Al entrar en su oficina, su secretaria se levantó de inmediato con un gesto algo nervioso.
—Señorita Morgan… —dijo en voz baja—. Hay alguien que desea verla. No tiene cita, pero insistió en esperar.
—¿Quién es? —preguntó Alicia, mientras dejaba su bolso sobre el escritorio.
—Montserrat Carusso, S