9

Ryan

Termino, por fin, los últimos detalles del proyecto de este año. Sin embargo, el sin sabor en mi boca no desaparece. Y no es porque ya haya pasado un año del lanzamiento del labial “rojo navidad”, tampoco porque este llamado “Girl Grinch” me recuerde a ella, en lo absoluto. Lo que me tiene así es no saber nada de Anne desde hace un año.

Miro su foto en mi estudio que reposa en la pared al lado de las anteriores campañas, sin embargo, esta definitivamente se roba todas las miradas. Sus labios en forma de corazón son los protagonistas. Paso los dedos por mi boca recordando el beso que nos dimos en el estudio y compruebo que aun mis labios recuerdan los suyos.

¿Anne Girlmeth donde estás?

Voy al estudio y veo a Dante trabajando en el comercial de este año. Esta vez se trata de una paleta de sombra para ojos en tonos verdes, mates y brillantes.

La protagonista está vestida algo parecido a un grinch y camina de puntitas robando regalos dentro de las casas ambientadas como villa quien, dentro del estudio. Llega hasta uno de los habitantes, este, está enamorado de ella y la ama en silencio. Como en su casa no encuentra regalos que robar, ella, “Girl Grinch” introduce la mano en su pecho y le arranca el corazón, el cual, empieza a derramar sangre verde que corre por sus dedos mientras sostiene el corazón en la mano. Lo muestra a la cámara y ahora es la paleta de sombras, lo abre en dos y con la punta de sus dedos toma del líquido, es la sombra para ojos, unta sus dedos y lo esparce en sus párpados. Se mira al espejo, qué en este caso es la cámara que la enfoca, cierra y abre los ojos mostrando su perfecto maquillaje en varios tonos de verdes. Y luego se marcha sin dejar rastro.

Es inevitable no acordarme de la campaña del año anterior y como vi detrás de cámaras la actuación de Anne. Becca, la modelo rusa que habíamos contratado para el comercial, se presentó en mi oficina exigiendo una explicación de por qué habían cambiado de modelo a última hora. Al principio, no entendía lo que pasaba ni de lo que estaba hablando hasta que llegué aquí y la vi a ella, pintando sus labios, de manera que ninguna modelo de O’Brien Beauty lo ha hecho. Con un estilo nato, inigualable como ella misma. Su boca, que ya desde entonces me tentaba en un rojo perfecto, me dejó anonadado.

Guardé silencio y tras bambalinas pude detallar cómo se movía frente a la cámara y como Dante sacaba las tomas sin tanto esfuerzo, su trabajo me pareció perfecto, el de ella y su coprotagonista, eso hasta que llegó la parte del beso. Por supuesto, no iba a permitir que la chica con la que estuve fantaseando en los últimos cinco días se besara con otro delante de mí.

Habían pasado cinco malditos días desde que esa chica se había metido en mi vida como un torbellino. Arrasando con todo a mi alrededor, como lo hace una tormenta que no avisa, que llega de la nada. Cinco días tardó en venir a mí, casi una semana que me parecieron eternos. No fue cierto que las cifras de O’Brien Beauty habían bajado, contrario a eso, las ventas había aumentado el doble después de nuestro supuesto noviazgo, nunca se lo dije, pero la demanda únicamente fue una excusa para que Anne Girlmeth viniera a mí.

—¡Corte!—, la voz de Dante me trae al presente y dejo de lamentarme, por enésima vez, de no haberle dicho nunca la verdad.

Hace un año fue nuestro primer encuentro y dentro de dos días será la última vez que la vi, la despedida fue en Nochebuena en su casa, me fui sin saber que ese sería el último día que vería a la chica que así como llegó a mi vida, de manera inesperada, así igual desapareció.

—¿Otra vez te lamentas, querido hermanito?—. Se acerca a mí con esa cara de burla que odio y me palmea el hombro—, no es la primera vez que te pasa. Si cambiaras esa cara de trasero estreñido qué mantienes siempre, quizás, algún día tendrías a una linda chica a tu lado.

—Quiero las fotos mañana mismo—, contesto no de muy buen humor, pero, Dante, como siempre, me ignora.

—No siempre tenemos lo que queremos en la vida.

—No estoy de ánimo para juegos, Dante.

—Yo tampoco Ryan—, sale del estudio despidiéndose y antes de cerrar la puerta me recuerda el compromiso que tengo con Fecko.

Recibo una llamada del mencionado donde me dice que me espera en el centro comercial, el mismo donde conocí a Anne. Tengo cosas que hacer, muchas al decir verdad, pero estoy intentando darle calidad de tiempo a mi hermano, de alguna forma soy su figura paterna y comprendí que está en una edad donde necesita de una autoridad cercana.

Salgo de la empresa y para no hacer esperar al menor de los O’Brien le pido a Arthur ir directo a nuestro sitio de encuentro. Mi chófer conduce por las calles cubiertas de nieves intentando esquivar a transeúntes que se atraviesan en afán de llegar temprano a sus hogares. Veo a niños armar un muñeco de nieve y uno de ellos le envuelve una bufanda en el cuello, qué casualmente es de un rojo muy parecido a la que llevaba el día que me conocí con Anne, la misma que tiró de mí para luego besarme. ¿Por qué se alejó de mí? ¿Por qué huyó?

Pienso y siempre me quedo en esa noche, ¿Qué hice mal ese día? El único error que cometí fue preguntar por qué me había besado, simplemente quería saber si ella había sentido lo mismo que yo. Aunque su repuesta no fue de mi agrado, no fui descortés con ella, ni mostré celos, entonces siempre me quedo en ¿Qué paso ese día?

Las llantas rechinan y el movimiento abrupto de mi cuerpo contra el respaldo de la silla del conductor me saca de mis cavilaciones. Hemos chocado con algo o alguien. Arthur baja y yo lo hago cuando me he estabilizado, me siento mareado, pero rápidamente vuelvo en sí.

Es un señor de pequeña estatura, está vestido con un pantalón corto verde y camisa roja, lleva también medias de rayas blancas y rojas y un sombrero del que sobresalen unas orejas de duende. Parece ser que está disfrazado de elfo. Tiene raspaduras y le ofrezco llevarlo a algún hospital cercano, sin embargo, insiste en que está bien. Hace una voltereta, se pone de cabeza y brinca para demostrarlo, sus maniobras me causan gracia y rio. Dejo algo de dinero, ya que no aceptó ir a un hospital y me agradece mostrando algo extraño de su sombrero, dice algo que no entiendo y me dice que a mi vida, hoy llegará el color de la navidad.

—Recuérdalo, el color de la navidad. Rojo navidad—, grita antes de desaparecer.

Después de ese extraño suceso logro llegar al mall donde Fecko me recibe con un abrazo, se nota emocionado de compartir tiempo conmigo y a mí me hace feliz ver el cambio en él. Entramos a una tienda de videojuegos, donde a mí todo me parece aburrido y a él todo emocionante. Pero de eso se trata esto, compartir tiempo con él, aunque no tengamos los mismos gustos. Caminamos y compartimos durante un tiempo más, mientras que Anne Girlmeth no sale de mi mente, aunque eso pasa desde hace un año, en estos últimos días ha sido más intenso. Entonces la veo y mi mundo se paraliza, es ella, va de espalda, pero estoy seguro de que es Anne.

Apresuro el paso y la tomo del hombro, pero al voltear no es ella. Me disculpo con la chica que me mira con el ceño fruncido y me reprendo mentalmente por la imprudencia que acabo de cometer. Esto ya se está saliendo de control, Anne no puede aparecer en vida, ponerla patas arriba e irse y desaparecer como si nada. Me devuelvo malhumorado a donde se encuentra Fecko, y tropiezo con alguien, la chica riega su bebida en mi camisa y eso es lo único que necesito para sacar mi frustración.

—¡Maldita Anne!—, suelto, cansado y frustrado de que esté en mis pensamientos y no me permita ni caminar en paz.

—¿Ryan?—. La voz de la chica es dulce, tanto que se parece a la de Anne, pero no puedo estar confundiendo su voz o eso creo hasta que me reclama—: ¿Me estás maldiciendo o escuché mal?

—¿Anne?—. Miro el rostro de la culpable de la mancha en mi camisa y es ella. Está hermosa, su piel blanca la decoran el rubor de sus mejillas y su boca pintada de un labial rojo navidad me incitan a besarla. A tocar los labios por los que he estado anhelando desde hace un año. Así que no espero, ni pido permiso, solo tomo sus labios como ella lo hizo un año atrás. Invado su boca y la beso.

Estoy besando a Anne Girlmeth en una impulsividad no propia de mí. He querido hacerlo desde hace mucho y no pienso desaprovechar la oportunidad. Mi corazón late desbocado, se para y empieza a latir con frenesí cuando ella pasa sus manos por mi cuello y acepta el beso. Me siento como un adolescente enamorado cuando mis manos tocan su cintura y ella entrelaza sus dedos en mi cabello. Me separo de ella en contra de mi voluntad y analizo su rostro. Si me va a abofetear después de esto con gusto recibiré ese golpe.

—¿Me has besado por impulsividad?—, pregunta y no se ve enojada o por lo menos no lo demuestra.

—Estamos debajo del muérdago—, señaló las hojas de la plata y ríe—. Es bueno por si no has encontrado el amor verdadero.

—¿No se supone que debo ser besada en Nochebuena?

—Lo podemos volver a intentar dentro de dos días, si es lo que quieres—, bromeo.

—A mí me encantaría que lo hicieras, Ryan O’Brien—. Jala de mi corbata y planta sus labios nuevamente sobre mí.

Anne Girlmeth está aquí, vino a pintar mi mundo de un rojo navidad y no la pienso dejar ir jamás.

Fin.

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