8

Me miro al espejo y me lavo la cara quitando los rastros de sueño que quedan. Abro la puerta y hace el amague de abrazarme, pero al final no lo hace, solo me da un beso en la mejilla y me felicita. 

—La campaña ha sido un éxito. El video y las fotos están por todos lados—. Baja la mirada a mi pijama y se percata que había estado durmiendo. 

—¿Te he despertado? Lo siento, no sabía que estabas dormida, creí que estarías celebrando Nochebuena, por eso estuve esperando afuera. Me daba pena tocar, pero la emoción de la buena noticia no me permitió esperar más. Vi que tenías las luces encendidas y supe que estarías en casa. Pero ya me voy, no quiero ser imprudente y… 

—No me has despertado—, lo tranquilizo—, está bien que te quedes, y no, no celebro Nochebuena. Ahora que se me ha quitado el sueño por completo, termina de pasar y cuéntame todo sobre el comercial. 

Entra y toma asiento en el mueble mientras enciendo la estufa y hago chocolate caliente. 

—Linda pijama—, intenta bromear. 

—Fue el último regalo de mi madre—, suelto y la incomodidad entre los dos no se hace esperar. 

—Lo siento, yo no quería incomodar… —Se levanta del mueble, pero lo detengo del brazo. 

—No te vayas—, pido. Nunca me gustó la soledad, siempre disfrutaba de estas festividades y, desde que mamá murió, eso acabó para mí; sin embargo, necesito de su compañía ahora. 

Se sienta y guardamos silencio por un tiempo. Miro a la planta y las luces que titilan alumbrando la oscura estancia. 

—¿Puedo preguntarte por qué no celebras Nochebuena?—, Ryan, me saca de mis pensamientos. 

—Mamá murió hace dos años, un 24 de diciembre, y desde entonces las navidades se han convertido en las peores de mi vida—. Calla, esperando que siga hablando del tema, pero no quiero seguir haciéndolo o terminaré llorando delante de él, no quiero mostrarle mi lado vulnerable. 

—Entiendo—, mira alrededor cómo suele hacerlo, observando todo—, tampoco te gusta decorar. 

—No desde que ella no está. 

—¿Y cómo era antes? 

—Todo lo opuesto a cómo es ahora—, me limitó a decir—, no quiero hablar, solo estar aquí con él. 

—¿Crees que a tu madre le gustaría verte así? ¿Ver su casa así? 

—No estoy segura de eso—, agacho la cabeza escondiendo la lágrima que empieza a escaparse. Estoy completamente segura de qué mamá odiaría en lo que me he convertido, pero es que simplemente no puedo seguir sin ella. 

—Mis padres murieron en un accidente el 24 de diciembre—. Empieza diciendo y, aunque escucho atenta, no alzo mi rostro—. Mi hermano pequeño, que ahora tiene catorce años, era solo un bebé. Dante tenía diez, y yo, siendo el mayor, diecisiete. Es cierto que crees que tu mundo se acaba en ese instante, pero en ti está permitir que así ocurra—. Toma mi mentón y alza mi cara—. La vida no es lo que te pasa, sino lo que haces con eso que te pasa. No puedes seguir viviendo así, Anne. 

Me abraza y, como si eso es lo que hubiera estado anhelando, me permito llorar. Lloro con todas mis fuerzas soltando el nudo que me estaba ahogando, los sollozos son altos y desgarradores, pero Ryan en ningún momento me suelta, por el contrario, se aferra a mí y me abraza diciéndome sin hablar: llora, yo estoy aquí para ti. 

Cuando me he calmado, intento soltarme, pero él no me lo permite. 

—Quédate otro rato más así—, pide y lo hago. Después de un tiempo, interrumpo nuestra unión y voy por el chocolate, le doy una taza a él y me llevo la otra a los labios. 

—Espera—, digo antes de volverme a sentar y voy por el regalo que había comprado con anterioridad. Le entrego la caja envuelta en papel regalo y él frunce el ceño—. ¡Feliz Navidad! 

—¿Tienes un regalo para mí?—dice incrédulo y abre el paquete como un niño pequeño. Se da cuenta de que es el videojuego y suelta una carcajada—. Te tomaste muy en serio lo de Galaxy Forte, pero lamento informarte que este no es un regalo para mí, sino para mi hermano. 

—No entiendo. 

—No le pagué a ese vagabundo por tener el primer puesto y obtener el descuento, es más, no sabía que existía dicho descuento. Lo hice por falta de tiempo, solo quería llegar, pagar e irme, sin que los medios o algún paparazzi me viera, pero ya sabemos cómo terminó todo. 

—¿Y por qué simplemente no enviaste a alguien a comprarlo? 

—Es una larga historia, pero para resumírtela, Fecko, mi hermanito, siempre me recrimina porque no paso tiempo con él. Habíamos tenido una discusión donde me había echado en cara que hasta los regalos de cumpleaños los compra mi asistente y quise tener un pequeño detalle comprándolo personalmente. 

—Entonces creo que escogí un mal regalo para ti.

—Por supuesto que no, gracias. Mi hermanito lo amará. Es uno de tus fans, pero me pide guardar el secreto. Morirá cuando se entere de que tú lo compraste — lo pone a un lado y saca un pequeño regalo—. Yo también había traído algo para ti, pero ahora no sé si es buena idea dártelo. 

—¿Qué es?—me emociono igual que él. 

—No, no te lo daré. Prometo comprarte algo que te guste mañana— lo esconde detrás de su espalda e intento quitárselo. 

—No. Me lo darás ahora. Tú has comprado algo para mí y eso es más que suficiente— lo rodeo con mis brazos intentando en vano quitárselo, pero me es imposible. Lo aleja de él y la tensión de siempre aparece, me alejo y finalmente él me entrega el regalo. 

—No quise venir con las manos vacías y me las ofrecieron a un buen precio en el camino, aparte que ahí mismo lo envolvían—, explica—. Lo siento, no sabía que no celebraba Nochebuena. 

—¡Calcetines!—, alzo el par en el aire y luego me las coloco. Son de rayas blancas y rojas y tienen un reno pintado. En la parte de la nariz sobresale una mota roja que hace de la nariz de Rodolfo—. Me encantan, gracias—. Muevo mis pies como una niña pequeña y él sonríe. Luego su semblante cambia y me queda mirando sin expresiones. He notado que cuando su rostro no refleja nada, en realidad busca esconder sus emociones. Me mira, sin apartar los ojos de mí, pasa de mis pedos a mi boca y empiezo a sentirme incómoda.

—¿Puedo preguntarte algo? 

—Puedes. 

—¿Por qué me besaste en el centro comercial? 

No me pregunta sobre el golpe, sino por el beso y no sé si es que mi imaginación va más a ella, pero estas son las cosas que me motivan a creer que Ryan O’Brien está interesado en mí. Lo sé, es algo absurdo, y por lo mismo no me quiero hacer ilusión, no creo soportar otra Navidad con mi corazón roto. Así que rápidamente deshecho la idea de algo pasando entre los dos. 

—Porque soy una loca impulsiva, ya eso lo sabes. 

—De eso no tengo duda, Anne, pero me gustaría saber qué te llevó a esa impulsividad. Lo del golpe lo logro entender, aunque me pareció extremo—, hace una mueca, exagerada como si todavía le doliera la mejilla y le toco esa parte en una delicada caricia—, pero lo del beso, eso hasta la fecha no me ha dejado dormir—, pronuncia y termino mi contacto con él. 

Por favor, Ryan, no lo hagas. No me confundas.

—Eso también fue impulsividad. Mejor conocido como ataque de celos—, confieso. 

—Entiendo. No te quito más tiempo—, se levanta del mueble de un solo impulso, tan repentino como aquel beso que nos dimos y me quedo confundida. ¿Qué le molestó? Coge el videojuego y lo mueve en el aire—. Fecko simplemente lo amará, gracias nuevamente. 

—A ti. Por todo—, le ofrezco una sonrisa, aunque por dentro soy toda confusión. Algo en mí se revuelve queriendo decirle que no se vaya, que me gusta su compañía, pero me lo guardo. Ryan se va y me quedo mirando las luces de la planta. Vuelvo a compararme con ella, así como las luces obligan a que tenga luz, también me estoy obligando a brillar en la oscuridad. Me siento viva, diferente, he cambiado mi mentalidad; sin embargo, encuentro necesario empezar de cero y dejar todo atrás. 

“La vida no es lo que te pasa, sino lo que haces con eso que te pasa”. 

Y a partir de ahora, lo que haré con lo que me pasó, será florecer. Por eso, entro a mi correo y le doy “aceptar” a la propuesta que ha estado rodando en mi cabeza. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo