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Los días pasan y con ellos el frío se intensifica más, las calles son intransitables debido a la nieve y a los transeúntes que corren de un lado a otro terminando de comprar lo necesario para las festividades, no obstante, el pesimismo y mi mentalidad acerca de las navidades han cambiado un poco. La vida me ha empezado a sonreír y con ella esta navidad.

Voy hacia la estación del metro para dirigirme a O’Brien Beauty y paso por el centro comercial donde en medio de mi locura besé a Ryan por primera vez. No sé qué me pasa, pero últimamente me he sentido rara estando alrededor de él, he tenido pensamientos extraños e imaginándome cosas que sé que en mi mundo jamás podrán suceder. He llegado a confundir los mensajes de texto que me envía de trabajo por algo más y eso no está bien.

Paso por el lado de un coro de niños que cantan villancicos y por primera vez, después de dos desastrosas navidades, puedo escuchar su melodía de una manera diferente. Ya no son tristes ni melancólicos, ahora los escucho lleno de alegría y paz. Pasando la esquina veo a aquel duende haciendo movimientos extraños para divertir a niños que están a su alrededor, corro en medio de escarchas de nieves y casi caigo al suelo, pero él logra sostenerme. Le doy un beso en su frente y saco algunos billetes de mi bolso.

—Cómprale algo lindo a tus hijos y descansa por el día de hoy—, me agradece con una sonrisa y añado—: nada de gastarlo en cigarrillos y gracias por hacer que esta navidad sea diferente—, me guiña un ojo como respuesta, hace un ademán con su gorro de elfo y el artefacto que guarda ahí refleja pequeños destellos. Lo vuelve a ocultar rápidamente y se va. Sigo mi camino y antes de llegar a la empresa me detengo a admirar una valla donde aparezco yo.

Aún faltan dos días para que el labial “rojo navidad” salga a la luz, sin embargo, hay una valla enorme donde se puede apreciar una cuarta parte de mi rostro a blanco y negro que dice: Próximamente, tu mundo se pintará de un color inigualable ¿Cuál crees que sea?

Sonrío porque justo eso es lo que empieza a pasar en mi vida, se está pintando de un color que estoy segura, será inigualable.

Entro a la empresa. Años anteriores a estos, nunca me hubiese imaginado ser el rostro de una campaña y menos de O’Brien Beauty, tampoco que estoy a punto de convertirme en una de sus maquilladoras profesionales. En las redes siguen especulando sobre nuestro supuesto noviazgo, pero esta vez lo he tomado a mi favor y he retomado mi canal de maquillaje haciendo videos que se han vuelto virales y me han llevado a hacer colaboraciones con algunas marcas internacionales.

Tengo la certeza que a partir de ahora mi vida cambiará, no hablo solamente de lo financiero, sino en lo sentimental, siento que heridas causadas años anteriores empiezan a cerrar, solo hay una qué sé quedará marcada en mí para siempre, sin embargo, debo buscar la manera de salir adelante con ella. Debo comprender que las nubes grises también hacen parte del paisaje y mi paisaje empieza a pintarse de colores.

—El señor O’Brien te espera en la oficina de Dante—, la chica de recepción me avisa y voy directo allá.

—Por fin llegas, linda. Debemos añadir una toma más que a mi querido hermano, se le ocurrió a último momento y estamos contra el tiempo—, Dante, aunque me habla a mí, mira de reojo a Ryan. Me acerco a él y ya tenemos un poco más de confianza para saludarnos de beso en la mejilla.

—Solo quiero que se enfoquen más tus labios pintados, es para dar énfasis al color en primera plana—, habla cerca de mí, señalando un gráfico que al parecer él mismo ha hecho en lápiz.

—También insistió en el beso, pero le dije que había quedado perfecto—Dante suelta y Ryan no mueve ni un músculo de su rostro. No se ve apenado o molesto, simplemente su rostro sigue impasible, ocultando sus emociones como siempre.

—A mí no me molestaría volver a repetirlo, en caso tal que deba hacerlo—, habla y es a eso a lo que me refiero. Dice cosas y envía mensajes de texto que de alguna manera me hacen malinterpretar o pensar en otras. Sonrío ocultando lo que comentarios como esos me ocasionan y digo a Dante que estoy lista para hacerlo. Terminando el trabajo, tenemos una cena donde hacemos una pequeña celebración anticipada por la campaña y luego me despido de los hermanos O’Brien.

De regreso a casa, vuelvo a pasar por el centro comercial y esta vez entro para comprar el videojuego que de alguna u otra manera me acercó a Ryan, esta vez no tengo que hacer fila ni pelearme con nadie por un descuento, con lo que me pagan en O’Brien Beauty puedo permitírmelo. También compro una instalación de luces navideñas y uno que otro adorno que han quedado abandonados por feos en las tiendas. Al llegar a casa enredo las luces en la planta que ha cobrado vida con sus hojas reverdecidas y brillantes, también cuelgo los adornos de ellas. Días anteriores había sacado un mantel viejo que guardaba de mi madre y con eso mi casa se ha llenado, aunque sea un poco, del espíritu de la navidad.

El 24 de diciembre llega y con ella la nostalgia y melancolía de no tener a mamá. Aunque esta navidad ha sido algo diferente, el que ella no esté conmigo sigue siendo igual, no me apetece hacer nada y como años anteriores desde su muerte no me gusta compartir ni recibir la Nochebuena despierta. Me coloco la pijama verde de caras por todos lados del Grinch, la misma que recibí de ella como su último regalo y me meto a la cama con lágrimas qué ya empiezan a escaparse de mis ojos. Las navidades sin mamá nunca serán igual.

El sonido insistente del celular me despierta. Es una llamada de François, no sé por qué lo hace, pero últimamente lo hace a menudo, o sí, si sé, no es más porque su ex ahora es una celebridad en ascenso. Rechazo su llamada como todas las que me hace y miro la hora; 12:30 a.m.

Enciendo la luz de mi alcoba para ir a la cocina por un vaso de agua y algunas pastillas qué me haga volver a dormir cuando el aparato vuelve a sonar, voy a rechazar la llamada, pero esta vez es Ryan.

—¿Hola?—. Contesto, extrañada de que me esté llamado a esta hora ¿No debería estar compartiendo con su familia?

—Estás en casa, ¿puedes abrirme? —su pregunta me termina de despertar, pero su afirmación me extraña aún más, ¿cómo sabe él que estoy en casa? ¿Desde cuándo está afuera? ¿Y qué hace aquí a esta hora?

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