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No.

El mensaje que me llega no es del mismo O’Brien, sin embargo, sí tiene que ver con él y nuestro supuesto noviazgo.

El destinatario es un periodista de una de las cadenas de televisión más reconocidas en el país. Me ofrece una gran cantidad de dinero por hablar de mi relación con Ryan y es explícito al nombrar lo que quiere que sea mencione en dicha entrevista, entre esas que muestre fotografías juntos.

¿Tanto cuesta una foto de este señor?

Ya en casa releo el correo debatiéndome en si aceptar o no. Está claro que todo ha sido sacado de contexto y absolutamente todo lo que se ha dicho en las redes es falso, no obstante, podría fingir, es decir, solo tengo que decir sí y afirmar las cosas que ellos han inventado. Técnicamente, no estaría mintiendo, solo afirmando esas mentiras ¿No?, a ver, la idea es descabellada, lo sé, pero, no encuentro otra salida, además, él mismo me ha orillado a esto.

La suma es tentadora y sería la solución a mi miserable vida; pagaría el arriendo y hasta podría comprar esta casa, o mejor aún, recuperar la mía. También pagaría la ridícula demanda y podría vivir sin preocuparme por trabajar durante mucho tiempo. No tengo nada que perder porque hasta mi dignidad, que era lo único que me quedaba, deambula por videos editados en todas las redes, ridiculizándome y creando un sin fin de teorías sobre mí.

Me levanto de la silla tratando de sacar esa loca idea de mi retorcida mente y me dispongo a limpiar la casa. Empiezo por la cocina donde en medio de arcadas boto la comida podrida llena de gusanos, lavo platos y dejo todo completamente limpio. Motivada por organizar, busco alguna música movida en la radio, pero solo encuentro canciones que de alguna u otra manera hablan sobre el dar y recibir en esta navidad. Volteando los ojos y vencida por no encontrar nada, lo dejo en una estación donde suena el “jingle bells” que aunque creo es la canción más navideña que existe, solo habla de montar un cabello en trineo. Bajo el volumen para que suene bajito.

Limpio la sala de estar, barro y aspiro todo el polvo de la superficie, por último, le echo agua a la planta seca y sin hojas qué está en una esquina; era la favorita de mamá, la cuidaba más que sus otras plantas y durante ese tiempo estuvo verde, reluciente y llena de vida, por eso aunque esté casi muerta, no me deshago de ella. Es como si yo fuera ella, seca, sin hojas, pero aferrada a la vida, al poquito de tierra reseca que no la deja morir. Terminando de asear, tomo una ducha y cambio mi pijama por ropa más decente.

Está bueno de estar lamentándome por mi precaria vida y debo empezar a hacer algo para que eso cambie. He tomado una decisión. O el señor O’Brian retira la demanda o me veré obligada a hacer esa entrevista por dinero, aunque todo lo que hable ahí sea una total mentira. Es la única manera como puedo pagarle. Así que con determinación me dirijo a verlo a él.

El edificio de la compañía es alto. Tiene ventanales inmensos de vidrios y por fuera tiene un aviso grande donde se lee O’Brian Beauty. Respiro profundo y me aferro a mi bolso para darme seguridad y entrar. En recepción, le digo a la chica que está perfectamente peinada con un cutis reluciente sin una sola mancha o grano en él que me anuncie, me quedo pensando mientras espero si ese es uno de los requisitos para trabajar aquí. Me pregunta mi nombre y miento al decir que el señor O’Brian me está esperando, pero antes que pueda alzar el altavoz aparece un hombre de la nada y me toma del brazo.

—¡Por Dios! Hasta que apareces, te estábamos esperando. Ya está el set listo y el señor O’Brian está que tira de su cabello. Quiere las fotos para ayer. Ya casi es noche buena y el labial será lanzado dos días antes —sigue hablando sin parar mientras me arrastra por un pasillo que da a un estudio fotográfico, todo está ambientado para dar la impresión que estoy en un centro comercial. Quiero decir que está equivocado y que yo no soy la persona que espera, sin embargo, pienso que esta es la oportunidad para llegar hasta la oficina del malhumorado O’Brian y enfrentarlo sin ser rechazada o sacada por la parte trasera de la empresa.

También podría mirar y aprender más sobre cómo se trabaja en esta área. Soy maquilladora profesional y aunque me postulé para asistente en esta empresa, siempre soñé con ejercer mi profesión y lo que me apasiona en algún momento. Miro todo a mi alrededor y veo a gente correr de aquí para allá, en verdad tienen prisa y se ven estresados. El mismo hombre que me trajo hasta el estudio se pierde entre los que corren de un lado para otro y después de unos minutos llega con una chica linda y nos presenta.

—Ella va a ser tu maquilladora—. Anuncia y las dos asentimos y sonreímos a la vez.

¿Es en serio que seré su maquilladora? ¿Maquillaré para la marca número uno en belleza? No lo puedo creer aún. Lo veo como señal del destino y la vida empieza a sonreírme, nunca me imaginé que por medio de una confusión yo terminaría siendo la maquilladora de una campaña de OʼBrian Beauty. Y ahora de un día para otro estoy aquí a punto de hacer lo que tanto amo y que por estar lamentando y sumida en la miseria no he vuelto a hacer.

Después del escándalo y de recibir todos esos insultos en las redes sociales, dejé de hacer videos que solía publicar como tutorial de maquillajes, que aunque no tenía muchos seguidores, los pocos que han estado desde el principio eran fieles a mi contenido. Ahora tengo más de un millón, pero la mayoría están ahí no por mi trabajo sino por el morbo que les causa ver a la “novia de Ryan O’Brien” así que como ya lo había dicho, no voy a lamentarme más y aprovecharé la oportunidad que el destino pone ahora ante mí. No voy a decir que no soy a la que contrataron y que me están confundiendo. No voy a arruinarlo. Ese duende ha deshecho su hechizo o lo que sea que hizo y al fin mi desastrosa navidad será diferente esta vez.

Espero paciente mientras siguen ambientando el estudio; acomodan luces en lugares correctos, esparcen nieve falsa y hacen una pirámide de regalos gigantes. El mismo hombre que creo que es el director de la campaña aparece nuevamente y esta vez viene con un hombre disfrazado de Santa, pero este Santa no es el típico viejo panzón; alejado de eso, el traje le queda ceñido a su cuerpo musculoso y está guapo, muy guapo a decir verdad.

—Ya terminé con Santa, es mejor que empiece contigo o empezaré a escuchar gritos de parte de Dante si no estás maquillada pronto. Lo bueno es que contigo no hay mucho que hacer, tienes un cutis hermoso.

¿Maquilada? ¿Yo? ¿No se supone que era lo contrario?

—¿Yo no debería maquillarte a ti? Pensé que venía a maquillarte y que tú serías la modelo—. La amable chica se ríe, mientras me sienta y acomoda la cabeza para empezar con su trabajo, vuelvo hacerle la misma pregunta y ella vuelve a sonreír.

—¿Estás bromeando cierto? —niego con la cabeza y ella se concentra en la parte de mis ojos cuando ya ha terminado de esparcir base sobre mi cara—. Es decir, debes actuar frente a la cámara como si te maquillaras, y por último aplicar el labial “Rojo navidad” que es el que se lanzará al mercado, pero no era literal que venías a maquillar ¿Qué no te lo dijeron? ¿No leíste el libreto?

Asiento y luego niego sin saber que decir, se supone que me iba a hacer pasar por maquilladora aprovechando la confusión y ahora resulta que soy la modelo de la campaña y no la maquilladora.

¿En qué diablos me metí ahora?

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