Oscuro Secreto
Oscuro Secreto
Por: Ysaris
Prólogo

Me desperté sobresaltada sintiendo mi corazón acelerado, miré alrededor de mi habitación todo estaba oscuro, no había nadie, pero sabía tenía esa extraña sensación de ser observada. Aparté las sábanas a un lado para salir al pasillo de puntillas para no despertar a mis padres, necesitaba a la única persona que me tranquilizaba.

Mi abuela.

 Entré a la habitación, ella dormía con rulos en la cabeza y una crema verde que según su teoría le quitaría las arrugas, aunque no era algo que hubiera comprobado. Me acosté a su lado y la abracé sintiéndome automáticamente protegida.

 —¿No puedes dormir? —Murmuró mi abuela, negué con la cabeza en respuesta, pero era algo común en mí—, ¿Quieres que te cuente la historia? 

No dije nada porque ella sabía que mi respuesta siempre sería “si”, era la única historia que me calmaba.

—Tobi era un niño feliz y amaba a su perro Spaik. Un buen día Tobi llegó de la escuela y se dio cuenta que su perro no estaba, sintió temor porque sabía que se lo habían llevado, y debía salvar a Spaik de aquellos que llamaban muertos. Entonces el niño Tobi excavó un hoyo tan profundo que llegó al volcán de la diosa clavando la estaca en la piedra mágica de la vida y los muertos desaparecieron. Luego de eso, Tobi y Spaik regresaron a casa para vivir felices por siempre…

 No era la historia más hermosa del mundo, pero me tranquilizaba. En ese momento jamás pensé, que esa historia sería el inicio de todo lo que arruinó mi vida.

Muchos años después.

Esperaba al profesor en el aula para presentar nuestro importantísimo exámen de matemáticas, cuando de repente a las afueras del instituto escuché una extraña música de circo, joder, odiaba esa clase de música que parecía sínica, puede que me daba escalofríos porque la había visto en una película de terror que trataba de payasos. Odiaba los payasos.

Me levanté y me acerqué a la ventana porque soy curiosa por naturaleza, una pequeña camioneta, con afiches de algo que no alcancé a leer era el causante.

— ”¡ASÍ ES, YA LLEGÓ LA FELICIDAD A LA PEQUEÑA VENEZIA!, ¡ESTA NOCHE EN FUNCIÓN GRATUITA CIRCO FURLÉZ!, SOLO POR HOY FUNCIÓN GRATUITA..."

—La alcaldía está patrocinando esto —dijo Julia como si alguien le hubiera preguntado—, está amenazada por la gobernación, porque no invierten en festivales o en construcciones para la ciudad.

Ah, ¿por eso tanto escándalo?

La ciudad no necesitaba de construcciones, ya era perfecta. Suponía que a la gobernación le molestaba el hecho de que los alcaldes no usaran el dinero para algo más que mantener la ciudad limpia.

—Creo que con esto –continuó—, la gobernación los dejará en paz para siempre.

—¿Sabes dónde es? –me atreví a preguntar solo por hacer conversación, odiaba los circos, bueno, no tanto odio, sino tal vez desinterés, ¿gente haciendo payasadas para entretener? No, prefería un libro, gracias.

O simplemente mirar el techo, yo no era exactamente el alma de la fiesta, principalmente porque no iba a fiestas.

—Obvio en el único lugar donde puede caber tanta gente, el estadio Merlín, y dudo que alcance, en el hotel de mi abuelo ya sabes, el Jorge Venezia, el más grande de la ciudad —alardeó, ella siempre fue engreída— vino gente hasta de Alemania y Japón...

Ella siguió hablando de que era heredera de algo que no entendí, así que no le presté más atención, odiaba que fuera tan petulante, bueno en realidad odiaba a todo el mundo, nunca lograba llevarme bien con las personas, siempre me tildaban de odiosa, pero me valía, yo era feliz en mi mundo con mis libros, siendo incomprendida.

No, yo no odiaba a todo el mundo... Me valía mierda la gente y el mundo, y eso según yo era muy diferente.

Pero no ponía en duda que no alcanzara la capacidad, el circo Furléz era el circo más famoso a nivel internacional desde hacía muchos años, sus acrobacias e ilusiones eran algo fenomenal, o por lo menos eso vi en la televisión. Eso explicaba por qué estos días había tantas personas extranjeras hospedándose en la ciudad y las calles con exagerada población...

Deje de darle vueltas al asunto cuando entró el profesor y por fin presentamos la tan esperada prueba.

— ¿Cómo te fue en el examen Francia? —dijo Luis apareciendo a mi lado cuando bajaba el último escalón de la entrada de la universidad.

 Él estudiaba conmigo, no éramos exactamente amigos, tal vez solo conocidos y por conocidos, me refería a que solo sabía que se llamaba Luis. Aunque en realidad yo no tenía... amigos, como dije antes, nunca lograba encajar y prefería simplemente dejar de intentarlo.

—Bien —me limité a decir, realmente no quería seguir hablando con él y no entendía por qué se me había acercado en primer lugar, creí que mi rostro gélido y mi lenguaje de “no te me acerques” era suficiente.

—Bueno yo con los exámenes anteriores había aprobado matemáticas —explicó dispuesto a seguir haciendo conversación—, solo presenté esta última evaluación para aumentar el promedio.

Ah, claro, yo pertenecía al resto de los simples mortales que debía presentar para poder aprobar.

Celos, maldito celos por no ser tan inteligente.

No sabía exactamente a donde él se dirigía, pero ya casi llegábamos a mi casa y él no se despegaba de mi lado hablando de lo que fuera que pasaba por su mente, ya me estaba mareando, no quería seguir escuchándolo pero a la vez me daba curiosidad por saber por qué de repente tenía interés en mí.

Yo no era exactamente alguien interesante.

—Bueno yo me quedo aquí —lo despedí con un gesto de mi mano justo cuando nos detuvimos frente a mi casa, noté como pareció nervioso y me tomó de la muñeca para detenerme cuando le di la espalda para irme.

No me toques.

Me estremecí un poco en desagrado, odiaba que me tocaran. Miré el agarre que tenía en mi muñeca y él me soltó posiblemente percibiendo mi enojo.

—Lo… lo siento, es que quería decirte algo —dijo—. El esposo de mi hermana trabaja en la alcaldía y está en el equipo que organiza el evento de esta noche, ya sabes el circo, me dio dos entradas, ¿quieres ir conmigo?

Oh.

Me estaba invitando a salir.

Sentí mis mejillas sonrojarme, ¿por qué yo? Yo no era precisamente la mejor compañía para salir o ir a eventos a divertirse.

— ¿Qué acaso no era gratis? —Dije dudosa—, ¿para qué son las entradas?

Él sonrió como si hubiera aceptado ir con él, pero realmente solo preguntaba por curiosidad, prefería mirar el techo antes que salir, mucho menos con él, no me atraía en lo absoluto.

—Las generales en las gradas son gratis, pero las entradas que tengo son VIP —agitó las cejas, pero como eran gruesas parecía que era una sola, casi como una oruga moviéndose. Apreté los labios para evitar reírme de mi absurdo pensamiento de la oruga, pero creo que él creía que había aceptado y estaba emocionada por la idea de ir con él.

—Perfecto —dijo— paso por ti a las seis.

Stop, espera un momento.

Voltee con una excusa en mis labios justo cuando Luis salió corriendo tan rápido que apenas vi su reflejo alejarse, como si hubiera percibido que lo iba a rechazar.

Mierda.

 Yo no quería ir, pensar en la muchedumbre, el aire expuesto me daba escalofríos, no me gustaba esos lugares con exceso de gente, me traía recuerdos por lo que había ocurrido con mi familia…

Eso me pasaba por burlarme de él en mi mente.

Menos mal que estaba a salvo dentro de mi mente. Donde nadie escuchaba ni observaba lo que realmente pensaba, nadie me juzgaba aquí, mi mente era mi hogar.

Ya que por fin estaba libre y no tenía nada que estudiar ni hacer más que la inesperada cita con Luis, me arreglé para variar, salir de mi rutina de leer todo el día podía ser bueno, me consideraba una persona gris, sin gusto, sin sabor, solo insípida, no siempre fui así, solo desde aquel día en el que todo cambió…

De seguro Luis se daría cuenta que era un pan blando y seco y ya perdería su interés en mí.

El timbre sonó cuando reavivaba la lectura de Harry Potter, ya había leído los libros como diez veces cada uno, pero siempre me atrapaban, cerré el libro y lo guardé debajo de mi almohada, me miré en el espejo por última vez, debería estar emocionada de ir a ver al circo más famoso del mundo en entrada VIP, pero no lo estaba, simplemente iba para no dejar plantado a Luis.

Hablaba enserio cuando dije que prefería ver el techo que ir al circo.

Muy enserio.

Pero ya que estaba vestida...

Tomé mi teléfono y agarré el collar con un dije de búho, pero luego lo dejé en su lugar, el dije era de oro y me lo podían robar.  Recuerdo las palabras de mi abuela al regalármelo en mi cumpleaños: "Esto te protegerá siempre", bueno hoy yo quería protegerlo a él.

Bajé las escaleras deslizándome por el pasamano, agarré un lápiz de la mesa donde se encontraban las llaves y apunté a la puerta.

Alohomora  —como era de suponer no se desbloqueó la puerta, así que dejé el lápiz en la mesa, agarré la llave y abrí.

—Guao, Francia —dijo Luis deslizando sus ojos marrones por todo mi cuerpo—, luces bien.

Tenía toda la tarde arreglándome y solo lucía bien, en mi mente le lanzaba un abracadabra y Luis se evaporaba frente a mis ojos, el pensamiento me sacó una leve sonrisa, Luis me sonrió en respuesta.

Que iluso, creía que estaba feliz de estar con él.

Lo seguí hasta su auto, observando que llevaba esos jeans que usaba a diario para ir a la universidad, con unos zapatos deportivos y una camisa de vestir arremangada hasta los codos, le daba algo de estilo... algo.

Ay por favor Francia, ¿en serio te estás buceando a Luis?

— ¿Has ido antes a un circo? —dijo Luis a nuestro incomodo silencio llenado por una leve música de Maroon 5, llevábamos casi diez minutos en el auto sin decir nada.

Recordé vagamente algo con payasos, pero no lograba saber con certeza si lo había vivido o lo había visto en la televisión.

—No —dije —, ¿tú sí?

Luis comenzó a contarme de que cuando viajó a Londres, vio por primera vez un circo, dejé de escucharlo cuando me dijo que el payaso lo hizo llorar y observé la enorme fila de autos que había para entrar en el estacionamiento.

—Hay mucha gente —comentó—, desde que era pequeño quería venir a ver este circo, lo veía en la televisión y me quedaba asombrado.

—Yo también —confesé pero lo cierto era que lo veía porque a mi hermana le gustaba, no porque yo quisiera. Como dije antes, no me gustaban los circos y prefería leer un libro.

Pero aquí estaba yo, Tragándome mis palabras.

Por fin entramos en el aparcamiento, y nos dirigimos al área privada donde solo se pueden estacionar los de pase VIP. Entramos donde normalmente juegan fútbol, la grama la habían tapado con piso de madera, y habían sillas identificadas con números, habían como ochocientas filas, la tarima se encontraba al fondo, donde normalmente hay gradas, pero esa parte no estaba habilitada, supuse que lo querían ambientar como un enorme teatro. Luis agarró mi mano para que no nos separáramos entre la gente y nos llevó hasta la fila cincuenta, estábamos justo en el medio, el escenario nos quedaba en todo el frente.

Luis parloteaba acerca de que su cuñado había sido encargado del sonido y cosas que me aburrieron, realmente este tipo no paraba de hablar y hablar, así que preferí distraerme viendo la deslumbrante decoración y hacer "Uhms" y "Ahms" para que no se sintiera tan cero a la izquierda.

Lo mencioné antes, yo no era la mejor compañía y estaba muy consciente de ello.

Comenzó un redoble de tambores, y la multitud quedó muda, casi se percibía como todos aguantaban la respiración, creo que hasta yo la contuve. Comenzó a hacerse más intenso el redoble de tambores junto a otros instrumentos mientras se escuchó:

—"PREPÁRENSE... PARA... RECIBIR... AL CIRCO...FURLÉZ..."

Se abrió el telón, debía de darles crédito, el escenario era todo un espectáculo, contrastando con las luces de colores, era algo irreal. Un muchacho comenzó a volar por el escenario, tenía las manos detrás de su espalda y se deslizaba como si se tratara de unos patines, el fondo oscuro tenia efectos porque cada vez que él hacía una pirueta pareciera que los patines imaginarios salpicaran luz azul como el agua. Los efectos eran increíbles, cada vez que culminaba un acto se llevaban una enorme ovación.

Bien, lo admitía, me gustó. No me arrepentía de haber salido en vez de quedarme leyendo esta vez.

De repente las cortinas se cerraron y se volvieron a abrir, un hombre en zancos con un bigote como Hitler, comenzó a contar chistes, haciendo que su sombrero se levantara, era un hombre realmente chistoso, consecutivamente el sujeto dijo:

—Mi amigo Mazo es el rey del hipnotismo, ¿cierto Mazo? –Dijo—, ven acérquese.

Abrí la boca quedándome completamente asombrada cuando salió ese tal “Mazo”.

Ave María purísima.

Mazo era un muchacho musculoso, su torso literalmente brillaba, lucía solo un blue jean colgando de sus caderas y arrastraba un enorme mazo en la mano, dando la impresión de ser algo así como un cavernícola, no me iba con eso de los cavernícolas ni del machismo pero eso no tenía nada que ver aquí, joder estaba buenísimo. Su rostro el cual se reflejaba en las pantallas gigantes de los laterales, era de facciones duras y sexys como una belleza misteriosa; terrorífica.

—Mazo necesita a una acompañante, ¿quién quiere? —De repente todo el mundo se alborotó y más de una chica gritó "No necesitas ni recordar mi nombre"— Vamos a hacerlo justamente. Mazo, dime un número.

—81 —dijo Mazo sin pensarlo mucho, a lo mejor era su número de la suerte, su voz era profunda y rasposa.

El señor tenía una mueca como si resolviera un problema matemático mientras murmuraba:

—8 a la potencia entre 81, sacándole raíz y colocándole un 0 sería: 810 ¡810!, ¡la silla 810 pase ahora!

Me reí para mis adentros por lo que dijo, "la silla 810 pase ahora" ¿Cómo una silla iba a pasar?

Se escuchaba la bulla de las personas de las gradas quejándose que no tuvieron ni siquiera la oportunidad de participar. Los comprendía, yo nunca tenía suerte para esas cosas, de hecho, no tenía suerte en lo absoluto, nunca ganaba nada. Puta vida.

—Ese hombre creo que no sabe de matemáticas —dijo Luis soltando una carcajada, me uní a su humor, no tenía coherencia lo que decía en lo absoluto.

Miré la pantalla sobresaltándome cuando encontré mi rostro en ella ¿Por qué me enfocaban?, sentí como algo bajaba de mi pecho y subía otra vez a mi garganta.

Mi.

Er.

Da.

— ¡Eres la 810! —gritó Luis pareciendo incluso más emocionado que yo, lo miré y luego me levanté para mirar mi asiento, tenía marcado 810, no lo podía creer.

Señoras y señores, de ahora en adelante llámenme Francia la suertuda.

Claro que ese momento no sabía el plan y que esa suerte, era maldición.

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