—Lo de ayudarte sigue en pie —dijo para después salir de la casa.
Saqué todo el aire que tenía retenido en mis pulmones al no verlo más. Alma y Damián entraron y se quedaron mirándome.
—¿Todo bien?
—Si, se ofreció a ayudarme, dice que es abogado.
—Lo es, pero seguramente te pida algo a cambio.
—Que me vaya con él.
—¿Y no te quieres ir, verdad? —Miré a Alma y negué.
—Claro que no, quiero empezar mi vida desde cero y él no entra ahí —los miré a los dos.
—Podemos quedarnos aquí hasta que hayamos solucionado el problema del asesinato, luego nos iremos —asentí.
—Me parece bien —sonreí.
Y así fue como nos quedamos otra vez en Madrid. Aún faltaba lo peor que era volver a ver a Roberto. Aunque solo fuera para hablar sobre el asesinato no estaba cómoda, quería acaba