Freya Cranston
— ¡Hey, Ryan! ¿Estás bien?
Chasqueo mis dedos frente a sus ojos, pero parece como si estuviera en una especie de trance. Esta mirando un punto fijo y una sonrisa estúpida está dibujada en su boca.
No me lo puedo creer, él muy idiota se ha puesto a soñar despierto.
— ¡Ryan, despierta! —parpadeó, confundido y miró alrededor, luego frunció el ceño.
—Maldición —masculló entre dientes y se sirvió un nuevo trago; me miró enfurruñado—. ¿Hasta que parte fue real?
Tuve que apretar los labios para no soltar una carcajada.
— ¿Te parece divertido, bichito? —negue luego de respirar profundo.
—La verdad sí —admito y suelto una larga carcajada que él se dispone a ignorar mientras pide la cuenta—. De acuerdo, no me burlo de ti, pero reconoce que es gracioso que te hayas quedado pensando en quien sabe que cochinadas.
— ¿Y qué esperabas después de decirme que eres una pervertida en el sexo? —cruzó las manos sobre la mesa y se inclinó hacia mí lado—. Estudias psicología, ¿no? —asentí—.