Ni bien los bebés se durmieron me cambio de ropa y a dar unos buenos golpes en el saco de arena, me pongo los audífonos, para el estado de ánimo que tengo prefiero Metallica y una en específico One, que me gusta mucho y ayuda con mi adrenalina, toda mi frustración sale, la muerte de Ricardo, mi culpabilidad, cerrar mi corazón para no ilusionarme y todas mis pajas mentales que me aquejan desde su muerte. Pateo y golpeó con toda mi fuerza, no sé si son horas, o minutos pero sigo y sigo sin parar, hasta que siento por atrás un abrazo muy fuerte que me detiene en seco.
- Qué paliza, labios dulces ¿a quién quieres matar? - es la voz de Patricio que pregunta con tono burlón, me saco los audífonos y miro a sus hermosos ojos azules.
- Pato, ¿hace cuánto tiempo estás ahí?
- Lo suficiente... que tal eso, golpeas duro, prefiero estar lejos cuando estés molesta.
- No te hagas el chistoso, solo entrenaba.
- ¿Sigues sufriendo? ¿verdad?
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