La petición

— ¡No puede ser! — se cubrió la boca con las manos y dejó caer el celular de la impresión. 

Aún inmóvil y sin ninguna expresión en el rostro, Jack permanecía con los ojos abiertos. Rápidamente se acercó a él pero estaba tan sorprendida que su primera reacción fue disculparse insistentemente, por el temor a creer  que éste pudiera haber oído sus murmullos. 

— Perdóname — repitió una y otra vez, sujetando su mano y apoyando la cabeza sobre esta.

Sin embargo, al levantar la mirada se fijó que sus ojos nuevamente estaban cerrados, agitada y dudosa al mismo tiempo se quedó inmovil 

— ¿Será que fue producto de mi imaginación? No, yo vi que estaban abiertos, sin embargo, ha sido un día muy estresante, lo más probable es que mi subconsciente me haya traicionado, ¡Si eso es! estaba alucinando. 

No le fue difícil caer en negación, habían sido tantas las emociones que experimentó durante el día, que tanto su cuerpo como su mente estaban saturados, era lógico que pensara que esta última le había jugado una mala pasada. De hecho, el cansancio empezó a vencerla, razón por la cual decidió que ya era momento de irse a dormir. 

Era extraño, como médico pasó muchas noches durmiendo incomoda para cuidar a un paciente, pero esta vez la incomodidad no estaba en no tener un buen lugar donde dormir, todo lo contrario, contaba con la mitad de una perfecta cama de lujo, el problema radica en el hecho de tener que compartirla con Jack. 

Sin embargo, se sentía tan agotada que se dio cuenta que entre más pronto aceptara que esa era su vida ahora, mas facil seria sobrellevar toda la situación, por eso, a pesar de sus dudas, se cambió de ropa, escogiendo algo cómodo pero nada revelador y se acostó a su lado. 

Contrario a lo que pensó, tardó en conciliar el sueño. Eran muchos los pensamientos que pasaban por su mente, por lo que estaba agitada, su corazón latía muy aprisa, sin mencionar que hacía un enorme esfuerzo por mantenerse rígida y no cruzar la línea imaginaria que divide ambos lados de la cama.  

Pero, lo que más la tenía inquieta eran los fragmentos fugaces de la noche que estuvo con Jack que venían a su mente. Disimuladamente, lo veía por el rabillo del ojo, admirando los rasgos de su rostro y lo bien que se sintió al masajear su cuerpo — ¡Ya deja de estar pensando tonterías! — regañándose a sí misma y obligándose a dormir. 

Más tarde esa noche, repentinamente Jack abrió los ojos, Diana yacia profundamente dormida a su lado, por lo que no se dio cuenta de su nueva reacción, tal como la anterior, no se trataba de ninguna alucinación, sino de alentadoras señales de recuperación por parte del millonario durmiente. 

Aturdido por todo el tiempo que había pasado inconsciente, no tenía idea de donde se encontraba, a parte la habitación a oscuras tampoco lo ayudaba, su vista era borrosa y no tenía control sobre su cuerpo, parecía que la única parte que podía mover eran los ojos, pero aun así, se sentía consciente. 

A pesar de ello, no tardó en darse cuenta que a su lado había una mujer dormida, en primer instante se sorprendió muchísimo, puesto que sabía que no podía tratarse de su esposa, ya que recordaba con claridad que esta falleció.

Sin embargo, había algo en ella que le resultaba familiar pero no podía recordarlo — ¿Dónde he visto a esta mujer? ¿Por qué siento que la conozco? — se preguntó mientras hacía un gran esfuerzo por recordarla. Fueron varios los minutos que pasó observándola, pero exigirse tanto después de mucho tiempo inconsciente, le pasó factura y volvió a perder el conocimiento. 

A la mañana siguiente, Diana despertó bien temprano como acostumbraba a hacerlo. lo primero que hizo fue constatar cómo había amanecido su esposo. 

— Todo parece seguir igual, seguramente lo imaginé — pensó, dándole leves masajes en los brazos, como parte de la terapia.

Sin embargo, lo que ignoraba es que esta vez Jack no se encontraba del todo inconsciente, podía sentir claramente los movimientos que ella ejercía sobre su piel, así como lo delicado de su tacto. 

 — Son las manos más suaves del mundo — Pensó, salvo que ahora no era capaz de abrir los ojos. 

La enfermera a cargo de atenderlo, entró justo antes que Diana terminara de aplicar los ejercicios, quedando asombrada al ver la dedicación que se los daba.  

— Señorita Harper ¿Que está haciendo? —pregunto sorprendida. 

— Es una terapia de masajes estimulante, altamente reconocida en Alemania, que aprendí durante mi especialización allá — respondió sin perder la concentración, dejando sin palabras a la enfermera que observo detenidamente hasta que terminó su rutina. 

— Bien, eso es todo por el momento — Le sonrió y como ya se le había hecho costumbre peinó delicadamente los mechones de su frente.

Luego, se despidió de la enfermera y salió directamente a la clínica donde estaba hospitalizado su pequeño Mateo. Era la primera vez desde su nacimiento, que pasaba tantas horas separada de él. era inevitable que miles de preocupaciones bombardearan su mente, especialmente porque sabía que entre más tardaban en aparecer un donante, menos tiempo le quedaba.

Al llegar fue recibida por su antiguo mentor y ex jefe, un hombre al cual le tenía mucho aprecio y una gran admiración como profesional, por eso confío en sus manos y en la de su equipo la salud de su hijo. Al verse se fundieron en un cálido abrazo. 

— Gracias Mark, por todo lo que  estás haciendo por mi — Este la estrechó con más fuerza embriagándose de su perfume — Dime ¿Cómo está mi Mateo? — preguntó con el corazón en la boca. Su amigo, lanzó un suspiro poco alentador. 

— Diana, no voy a mentirte, el panorama de Mateo no es el mejor. Repetimos los exámenes pero lamentablemente ni tu ni tu madre, son compatibles — El mundo se le vino encima después de escucharlo — por lo pronto ahora tienes dos opciones, entrar a la lista de espera y rogar porque aparezca un donante, aun sabiendo que es incierto el tiempo que pueda tardar. 

— ¿Y cuál es la segunda? — La angustia inundaba su pecho. 

— La segunda, es que tengas otro hijo — Lo miró perpleja — de esta manera podríamos obtener las células madres del cordón umbilical y con ellas hacer trasplante. 

 Desde lejos miró como su pequeño jugaba con su abuela, le pareció tan injusto que tuviera que pasar por algo así, que su vida dependiera de un donador caído del cielo o de que ella pudiera dar a luz a un segundo hijo, se sentía completamente atada de manos. En ese momento, Mark raspo su garganta para llamar su atención.

— Lo siento, perdón si no se que decir, pero es que me parece tan retorcido que un alma inocente como la de mi pequeño tenga que pasar por tanto dolor. 

— Lo sé, es un asco. Pero… — Inspiró profundamente, reuniendo el valor para decir lo que venía, la sostuvo de la manos recibiendo una mirada desencajada de su parte, pero eso no lo detuvo —  No todo está perdido, aún podemos salvarlo. Casate conmigo, así podremos darle un hermanito que le salve la vida — Diana se quedó atónita. Sin ser demasiado brusca soltó sus manos diciendo. 

— Mark, te agradezco tanto todo lo que estás haciendo por nosotros, pero, me temo que eso no va a ser posible, soy una mujer casada, Además de cualquier manera no sería justo que hicieras algo así.

El doctor vio como gentilmente rompió sus ilusiones, durante años había estado enamorado de ella en secreto y pensó que esta sería la oportunidad perfecta para estar a su lado, jamás contó con que alguien más se le había adelantado. 

— Entiendo, de igual manera sabes que cuentas conmigo, haré todo lo que esté en mis manos para devolverle la salud a tu hijo — Señaló, ocultando su enorme desilusión. 

Después de estar un par de horas con su pequeño, regresó a casa aturdida por toda la información que tenía que procesar,lo único que quería hacer era estar un momento a solas, pero eso no iba a ser posible, tan pronto como atravesó el vestíbulo la detuvieron. 

— Disculpe señora, pero la están esperando en el salón comedor. la señora Taylor quiere verla — sin alternativa, acompañó a la empleada hasta el lugar en donde la familia en pleno la esperaba reunida. 

— Buenas tardes — Saludo distante. Su vista se cruzó con la de la elegante mujer que estaba sentada en medio de todos, quien a gusto le sonrió en seguida y la invitó a tomar asiento. 

— Gracias por venir querida, se que debes estar cansada, pero me moría de ganas por conocerte formalmente. Además, hay algunas cosas de las que quiero hablarte — A pesar de estar intrigada, permaneció en silencio aguardando  a ver que tenía por decir.  

— Veras querida, como sabes nuestra organización aceptó invertir una considerable cantidad de dinero en las empresas de tu familia, bajo la condición de que te casaras con mi hijo, pero, eso no es todo. La razón principal por la que me interesé en arreglar ese matrimonio es porque quiero que des a luz a un nieto que pueda heredar todos los bienes. 

Diana se quedó fría,  no podía creer lo que su suegra acababa de pedirle, era algo surrealista, más, comprobó que se trataba de la absoluta realidad al darse cuenta de la seriedad de todos los presentes en esa reunión. Los tíos de su esposo la alentaban a que considerara el ofrecimiento, diciendo que era la oportunidad perfecta para que tuviera una familia, que ella era una mujer joven que podía hacerle frente a la maternidad. Antes de dar su respuesta respiro profundo y justo en el instante en el que iba a pronunciarse, irrumpió su ex en la reunión. 

— Lamento llegar tarde, al parecer no fui convocado — Exclamó con clara molestia. 

La señora Taylor lo miró con desaprobación mientras hacía su recorrido hasta el lugar donde iba a tomar asiento, a parte, estaba ansiosa por la respuesta que su nuera pudiera darle, es más estaba convencida que se negaría a aceptar por lo que se apresuró a decir. 

— Piensalo querida, ahora nuestra corporación es dueña de la mayoría de las acciones de la empresa de tu familia, en caso que mi hijo falleciera y no hubiera ningún heredero, todos los bienes serán entregados a Alfonzo su hermano mayor.

— Acepto — respondió antes que la señora terminara su argumento.  

La verdad era que no iba a permitir que el miserable de su ex se quedara con todo su patrimonio, además, hacía bastante rato que había tomado una decisión y el ofrecimiento de su suegra fue una luz en el camino, puesto que en ese niño estaba la solución para salvar la vida de Mateo.

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