60. Puerperio
Después de haber medido, pesado, limpiado y vestido a Andrés, lo vuelven a poner sobre mi pecho, del cual se vuelve a prender al seno y me siento la mujer más afortunada del mundo. Siento tanto amor, que en cualquier minuto voy a explotar.
—Es hermoso, mi amor —digo, sin dejar de observarlo.
—Lo es, mi vida. Y está sanito gracias a tu acto de valentía. Una cesárea es tremendo sacrificio, amor —rebate, mientras me acaricia el cabello y besa mi frente.
—Haría cualquier cosa por nuestro bebé —digo y me emociono nuevamente.
“¿Emilia? ¿Cómo se siente?”, escucho a una de las enfermeras que me pregunta en el marco de la puerta, mientras camina hacia nosotros.
—Todo bien, gracias —respondo, con una sonrisa.
—¿Ha comido algo este pequeñito o me lo llevo para darle de comer? —pregunta.
—Desde el minuto en que nació, que me lo pusieron sobre el pecho y tomó —digo orgullosa.
—Excelente, entonces. Los dejaré unos minutos más y luego te llevaremos a la habitación —explica y ambos asentimos.
Al pasar