26. Luces y sombras
FELIPE

Vuelvo a darle una nalgada y un gemido brota de su boca, lo que me pone aún más.

—Sigue… —Pide en un jadeo. De un movimiento, la volteo para que quede con sus rodillas en el sillón dándome la espalda. Una de mis manos viaja desde su espalda hasta sus nalgas, apretándolas y con la otra jugueteo en su intimidad de arriba abajo sin parar, desde su clítoris hasta su entrada.

La veo apretar sus pechos, por lo que la tomo del cabello, sin lastimarla y la acerco hacia mí para lamer su cuello. Sus jadeos los siento como una corriente eléctrica en mi hombría, mientras chupo el lóbulo de su oreja y se le escapa otro gemido, vuelvo a darle otra nalgada, un poco más fuerte y Emilia me regala otro gemido más.

—Felipe… —Esta vez dejo mi mano en el lugar, para que sea más placentero para ella, llevo la mano a su entrepierna y está empapada.

—Estás muy mojada —gruño, ronco del deseo.

Me pongo detrás de ella y sin más la penetro de una estocada. Es tan apretada y está tan mojada, que es como si
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