Había planeado lo que le iba a decir, pero no dónde y cómo iba a hacerlo. Desde que nos subimos a la moto, empecé a improvisar. Tomé rumbo a la ciudad porque habían muchas más opciones de sitios en donde podíamos sentarnos, comer y decirnos lo que teníamos pendiente, pero no sabía a dónde ir.
Atravesamos algunas avenidas y después de pensarlo, me decidí por un restaurante de comida local que había abierto no hacía mucho y del que vi fotografías de sus platos en Instagram, en una de las tantas ocasiones en que estuve repasando las publicaciones del viaje de Valentina.
Casi no lo encuentro y tuvimos que detenernos para que Waze lo hiciera por mí. Al abrir Instagram para buscar el nombre del restaurante, lo primero que apareció en la