Al contestar el teléfono, mamá estalló:
—Mocosa malcriada, ¿podrías dejar de mandar a tu abuela a molestarme?
La voz del otro lado era grave:
—Disculpe, ¿es usted familiar de Mariana?
Al oír una voz masculina, mamá frunció el ceño.
—¿Qué pasa? ¿Por qué tiene el teléfono de Mariana?
—Encontramos sus documentos y teléfono en un departamento rentado. Necesitamos que venga a la estación a confirmar algunos detalles.
Mamá relajó el ceño:
—Esa mocosa se mudó, siempre causando problemas.
Colgó y siguió comiendo como si nada.
Valentina, con mirada inquieta, preguntó:
—¿No era Mariana?
—Perdió su teléfono, la policía quiere que vayamos a reclamarlo. No hay prisa, iremos después de comer.
Valentina, con fingida preocupación y hablando rápido:
—Mamá, déjame ir a mí, después de todo es mi Mariana.
Mamá la elogió por ser considerada y aceptó.
Me paré junto a mamá, susurrando decepcionada:
—Mamá, si dejas que ella vaya, nadie podrá encontrarme.
Mamá se estremeció levemente.
Dejó de comer:
—Diego, su