Capítulo 2

Máximo

     —Buenas noches, tengo que retirarme, gracias por la cena.—dejo un beso en la frente de mi madre y ella al mismo tiempo me rodea por la cintura. 

     —Gracias por venir, cariño.

     Amber me observa mientras da un sorbo a su taza de café. Durante la cena ha pedido verme mañana en la oficina. Había decidido finiquitar todos mis negocios con ella, pero por petición de mi madre, lo pospuse. 

     Amber Clarke, es la hija de la mejor amiga de mi madre, una hermosa mujer, ojos color azul, alta, delgada, pelo negro como la noche y piel morena, pero con un alma enferma. Y aunque aún no supero lo de hace años, intento esconder el secreto que compartimos ambos, un secreto que me hace ser el hombre más ruin de este mundo.

     — ¿Puedo hablar contigo un momento contigo, Máximo? —dice mientras se levanta de su asiento y deja la taza de café en la superficie de la mesa. Y le lanza una mirada fugaz a su madre, Clarissa.

     —Amber, lo que quieras decir, puede esperar para mañana. —inevitable no soltarlo tajante ante todos. Pero recibo de mi madre un golpe discreto lejos de las miradas. La miro y puedo ver la súplica en sus ojos. 

     Solo por ella lo acepto. 

     —Vamos al despacho. —le hago señas para que pase hacia él. Caminamos en silencio, entramos, cierro la puerta detrás de mí y al volverme para enfrentarla, se lanza a mis brazos desesperada y sus labios tocan los míos bruscamente. Atrapo sus muñecas y la separo de mí, empujándola después.

     Me limpio la boca con asco. 

     —No te acerques. —advierto furioso apretando mis dientes al ver que tiene intenciones de hacerlo de nuevo.

—Necesito tocarte, acariciarte… Te lo suplico. —arrugo mi entrecejo a su súplica. No necesito esta m****a, niego e intento salir del despacho, pero me alcanza a rodear antes de siquiera abrir la puerta y me separo como si quemara.

     — ¡Maldita sea! ¡No me toques! ¡Odio que me toques! —se asusta a mi reacción, hace señas de que baje la voz, pero la ignoro. 

     —Déjame entonces solo hablar. Prometo no tocarte Max.

     La rabia se incrementa cuando me llama por “Max”. Me recuerdo que estoy en casa de mis padres y que necesito tranquilizarme o todos se darán cuenta.

     — ¿Que mierdas es lo que quieres? ¿No te basta con pedir reunión mañana conmigo? ¿Qué no puedes esperar?

     Escupo furioso. Ella niega repetidamente. 

     —Necesito… necesito que me prestes dinero.

—Dime que es una m*****a broma lo que acabas de decir, Amber. Ya te he prestado tres cantidades y no he visto ningún centavo de ello. No más préstamos Amber. ¡No más!

—Necesito cinco millones, nomás…—y rompe a llorar. Pero sé con seguridad que es una m*****a escena.

     Solo miro detenidamente como intenta convencerme. 

     —No.

     —Pero Máximo…

     Y el llanto aumenta.

     —He dicho que no. ¡Y ni se te ocurra involucrar de nuevo a mi madre con tus juegos mentales! ¡Por ella es que vives como vives, esos viajes que haces y el despilfarro! ¡No más dinero de mi familia ni mío!

     —Máximo…—cae de rodillas enfrente de mí y sigue llorando. Puedo notar algo nuevo en ella. Oh, realmente está llorando. La esquivo y salgo del despacho. Mi madre viene a unos cuantos metros hacia mí.

     — ¿Qué ha pasado? ¡Los gritos se escuchan hasta la sala! —puedo ver su preocupación. Pongo mis manos sobre sus hombros para intentar calmar su ansiedad.

     —Tranquila. Amber ha pedido dinero, pero le he dicho que no. 

     El rostro de mi madre se descompone.

     —Pero cariño, ella era tu prometida, es la hija de Clarissa, sabes que Amber es como alguien de la familia…—niego. Bajo mis manos de sus hombros para luego ponerlas en mi cintura. 

     — ¿Cada vez que venga llorando hay que darle a la señorita dinero? ¡No he visto nada del dinero anterior! Si decides darle un centavo más… Pondré distancia. 

     —Hijo, ella está pasando por un momento…—interrumpo lo que está diciendo. 

     — ¡He dicho que no! Está bien que haga dinero, pero no quiere decir que lo voy a estar regalando, si quiere dinero ¡Qué trabaje! Y es mi última palabra. Ya mucho se le ha dado, se le ha ayudado con casi más de veinte millones por su «crisis emocional» desde que terminamos nuestro compromiso y tú deberías de hacer lo mismo y no ceder, no creas todo lo que te dice… investiga. 

     Dejo un beso en su coronilla y me marcho. Mi padre ha escuchado, intenta detenerme para calmarme, pero niego. Necesito salir de este lugar.

***

     Llegando a mi casa a las afueras de la ciudad de Los Ángeles, suena mi móvil. Miro la pantalla y me muestra que es mi mano derecha, Arthur Clowns.

     Arrugo mi entrecejo, miro el reloj y marca más de la medianoche. 

     —Galloway—contesto mientras subo las escaleras hasta mi habitación.

     —Vaya, vaya, hasta que contesta señor Galloway. Abby ha intentado comunicarse contigo para confirmar lo del correo de Hong Kong.

     —Tenía el móvil en vibrador, recuerda: Cena familiar.

     Corto secamente. Reviso las llamadas perdidas mientras tengo a Arthur en altavoz. 

     —Ya lo estoy comprobando, dile que…—me interrumpe bruscamente. 

     — ¡A no Galloway! ¡Ya para tu carro de las nieves! «Dile que…» «Comenta que…» Puedes decirle tú mismo si solo le regresaras las llamadas. Deja de evadir a la mujer. Sí, te doy la razón en que tiene un carácter fuerte, pero eso es bueno para la empresa. Cuida tu dinero, aparte estoy algo cansado en ser el mensajero entre ustedes dos. No voy a seguir haciendo esto. 

     —Arthur…—mi tono es de advertencia. 

     —Galloway, no te atrevas a usar ese tono de intimidación o de advertencia, sé cómo eres y esas tácticas se han oxidado conmigo. Así que te aplicas o te aplicas. Porque para ser mensajero, no me pagas a menos que pongas otros honorarios a la nómina de la empresa. No entiendo que tienes en contra de la mujer, tan simpática que es cuando…

     —No me interesa saber si es simpática o no. Solo que haga su trabajo. Y ya te dije que no contesté…

     —No me importa saber por qué no has contestado, ella está haciendo su trabajo, así que deja de poner trabas. Son dos años que estás así. ¡Dos malditos años, Galloway! Y el mandarla a Hong Kong y que me reportara todo a mí, fue un plan demasiado malévolo de tu parte, aunque otra persona debió haber ido y yo no me hubiese encargado de su puesto al mismo tiempo que el mío. ¿Qué tienes en contra de ella? Dime Galloway, ¿Acaso te gusta?

     Cuelgo. 

     No estoy para gilipolleces. ¿Cómo me va a gustar una mujer como ella? No se calla cuando debe de hacerlo, no me interesa ese tipo de mujer. 

     Me doy una ducha, y me acuesto. La escena en casa de mis padres me hace perder el sueño. 

Definitivamente, Amber, trae algo entre manos. 

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