O1

|||CAPÍTULO

|| .✧. UNO

|.✦. Un hombre misterioso

Su abuelo ha muerto. Aurora es, oficialmente, la última de los Corbet.

Ella empaca una maleta y viaja más allá del puente y el río Redley, donde las colinas se derraman como la sangre. Su familia nunca la quiso cerca. La abandonaron en la ciudad, bajo la tutela de una tía lejana. Una clasista cascarrabias que le pegaba con una regla por ser zurda.

Ahora, ya no queda nadie que la mantenga lejos, y es el momento de cerrar la herida.

Hay que tomar tres vehículos para llegar a su destino: tren, taxi y camión. El autobús mantiene su distancia con las profundidades del bosque solitario, deteniéndose en una intersección. A la izquierda, la carretera de piedra antigua conduce hacia la entrada de Rayrane Hills. Son cincuenta metros caminando en silencio, pero cuando pasas el Bosque Rojo, una vida oculta se revela.

Apenas es medio día cuando pone un pie en el pueblo. Piensa en las palabras de su amiga antes de tomar el tren: «Sé una ninja, Aurora. Nadie te ve, nadie te siente.»

Aurora asiente para sí misma. Ser una ninja.

Solo transcurren cinco segundos, observando las casas adoquinadas, las tiendas pintorescas y las farolas negras por toda la calle. Solo cinco segundos de paz, caminando por la esquina de la cuadra, antes de que tropiece con una alcantarilla al bajar a la carretera, la maleta le golpee la espinilla y un automóvil doble la esquina.

¿Qué suena más fuerte? ¿El claxon del auto o el grito de la chica?

Todo sucede a la velocidad de la luz. Los neumáticos chirrían contra el asfalto y Aurora, que lucha por su tobillo, se cubre la cabeza con los brazos.

Escucha a la gente murmurar a su alrededor, así que continúa viva. Cuando Aurora levanta la cabeza, encuentra su expresión aterrorizada reflejada en el parachoques delantero del automóvil.

—¡Dios mío!

—¡¿De dónde salió esa niña?!

—¡Mira! ¡Es de los Blacklane!

Bueno, ¿alguien la va a ayudar o qué?

Aurora gime. Va a revisar la gravedad de su lesión, cuando una mano aparece a su lado. Sea quien sea, está detrás de ella.

—Mira nada más, casi te asesino.

Aurora no reconoce la voz masculina, pero el hormigueo que recorre su estómago, es lo suficientemente familiar para que se retuerza incómoda.

—Yo... Eh... Tropecé... No vi...

Una risa, encantadora y profunda como su voz.

—¿Fue una caída muy dura para tu cabeza?

—¿M-mi cabeza?

Aurora tiene el instinto de retroceder al notar que el desconocido se mueve; sin embargo, su instinto se derrite cuando ve la sonrisa brillante en el rostro de un hombre escandalosamente atractivo.

—¿Hola? —El extraño arruga la nariz y su sonrisa, cada vez más ancha, le enseña un poco la blancura de su dentadura perfecta. Lleva un traje gris claro, gabardina y sombrero negros—. ¿Sigues viva?

Viva, aunque muerta de vergüenza.

—Lo siento muchísimo. Me caí. Fue mi tobillo. Luego vi el auto —habla muy rápido, atropellando las palabras.

No se calla por tonta, pero sus neuronas fallan cuando el hombre la toma de la barbilla con dos dedos firmes y muy fríos. Aurora no piensa en el frío, solo piensa en el impresionante color plata de sus ojos. Podrían confundirse con la mismísima Luna.

—Pobre pequeña, déjame ser un caballero.

Estaba inclinado sobre ella, así que todo lo que necesita es poner las manos en su cintura y levantarla. La agilidad del movimiento provoca en Aurora el más violento de los sonrojos. Sus manos pequeñas agarran las solapas de la gabardinas del hombre, un impulso menos inteligente que el anterior.

—Ahí está. Sana y salva. —El hombre tiene labios atractivos, es como un plus para su sonrisa provocadora—. ¿Cómo está tu tobillo?

Aurora parpadea. Su olor es una mezcla embriagadora de cuero, perfume y cigarrillo. Se siente un poco extraño estar cerca de él, pero ella no puede dejar de mirarlo.

—Eh... —Prueba su pie y comprueba que el dolor no es grave—. Creo que voy a sobrevivir.

—¡Amo Lucian! —Una chica se asoma desde la puerta abierta del piloto. El auto es un BMW negro perlado. La chica usa chaleco rojo, gorra y guantes de conductor—. ¡Le juro que no la vi y ya cuando giré ella estaba en el suelo! ¡Salió de la nada!

—Está bien, Ryland. —El hombre que resulta llamarse Lucian, le hace un gesto tranquilizador a la chica chófer. Cuando vuelve a mirarla, Aurora contiene el aliento por lo guapo que realmente es—. Ese tobillo debería ser revisado, ¿sabes? Se puede hinchar y sería horrible.

—Sí, supongo —susurra, perdida en la profundidad plateada de sus ojos.

—Dime cuál es tu nombre.

Un suspiro se derrama de sus labios entreabiertos.

—Aurora —responde muy bajo.

—Aurora. —El hombre, Lucian, rueda cada letra en su lengua y parece que le gusta el sabor, porque sus párpados se vuelven pesados, tan pesados como el aire entre los dos—. Es un nombre hermoso para una chica hermosa.

Las mejillas de Aurora chisporrotean. Nadie la había mirado ni le había hablado de esa manera.

¿Este hombre realmente cree que es hermosa?

Como sus rodillas se debilitan, su tobillo protesta.

El agarre del hombre se fortalece en su cintura y Aurora desea que la toque. Le gusta y desea acercarse.

—Es mejor que me acompañes y te ayude. Vivo cerca de aquí. —Sus ojos grises son muy brillantes. Su aroma es intenso—. Yo me encargaré de cuidarte muy, muy bien.

Aurora es vagamente consciente de la caricia de pluma en su mandíbula. Este hombre es un completo desconocido y ella está considerando aceptar su propuesta, subir al auto con él... ¿Cuál es el motivo para quedarse? ¿Hacia dónde va? ¿Por qué tiene tanta prisa?

—Ven conmigo, Aurora.

Sí.

Sí.

Sí.

«Ven conmigo»

Ella desea ir con él.

Debe ir con él. Con esa sonrisa que tiene, sería crimen decirle que no.

—Sí me gustaría...

—¿Aurora?

Aquel llamado no es del hombre que la sostiene. De pronto, él se ha puesto rígido, apretándola de la cintura. El sombrero cubre su cara cuando inclina la cabeza y la sonrisa poco a poco se le va borrando.

La voz melodiosa le pertenece a una mujer que viene caminando por la orilla de la carretera, observándolos como si se trata de un partido de ping pong. Es una mujer que Aurora no conoce, pero que sabe perfectamente a quiénes está mirando.

—¿Yo? —Aurora recupera el aliento. ¿Cuándo dejó de respirar? Su visión se enfoca, como si acabara de salir de un túnel y el sol le pegara directo en el rostro—. Soy... Sí, yo...

Las rodillas de Aurora tiemblan cuando el hombre la suelta. Aurora siente un latigazo de realidad en la espalda mientras Lucian guarda las manos en los bolsillos del pantalón. Él no mira a la mujer, tampoco sonríe como antes. Aurora no se da cuenta de cómo le tiemblan las manos, extrañando desesperadamente agarrar las solapas de su gabardina.

—Fue un placer conocerte —murmura el hombre, tocando el ala del sombrero—. Cuidado con los autos.

Aurora persigue su rastro, hasta que el hombre sube al auto y el auto arranca a toda velocidad.

Y ella, con el corazón acelerado, todavía escucha su voz pidiéndole que se vaya con él.

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