Cuando desperté, me encontré acostada en una cama de hospital con dos personas a mi lado.
Pensé que eran los padres de Mateo, así que comencé a gritar,
"¡Suéltenme, suéltenme!"
"¡Marisol, por fin despertaste!" La voz de mi madre resonó con fuerza en mis oídos, y me di cuenta de que eran mi madre y mi padrastro.
"Mamá..." Mi voz sonaba débil.
Ella se inclinó para acariciar mi rostro, con los ojos rojos e hinchados.
"Marisol, necesitas descansar. ¡Haré que esas personas paguen por lo que han hecho!", gruñó mi padrastro, el hombre de mediana edad, que la acompañaba.
Fue entonces cuando empecé a recordar lo que había pasado antes de perder el conocimiento.
Asustada, grité, "¡Mi bebé! ¿Dónde está mi bebé?"
Toqué mi vientre; el lugar que una vez había estado hinchado ahora se sentía vacío, como un terreno arrasado tras un saqueo.
"¡Mataron a mi bebé! ¡Lo mataron! ¡Era tan pequeño!", exclamé con voz ronca, luchando por sentarme en la cama.
"¡No hagas esto, Marisol! ¡Por favor! ¡Necesitas desc