Al abrir la puerta, la visión que esperaba no había aparecido ante los brillantes ojos de Albert. La mujer que debía tendida en su cama y tentándolo a tomarla no se encontraba por ningún lado.
Sin embargo, justo cuando se preparaba para llamar a alguien y empezar a buscarla, el suave y dulce aroma del jardín recorrió la habitación. Fue como una invitación a un mundo fantástico, donde una hermosa sirena lo seducía con su canto. Dicha sirena de cabello plateado estaba tendida en uno de los sillones del jardín con sus piernas estiradas y durmiendo profundamente. Se veía tan pacífica y en calma.
―¡Su Excelencia!
Albert giró hacia Nina quién estaba entretenida cociendo una servilleta al