XXIII. Ethan Wilde pierde el control
Acercándome con nerviosismo al despacho, rezaba porque aún estuviese despierto, como otras tantas veces que se quedaba trabajando y sobre todo que estuviese receptivo y de buen humor.
Toqué la puerta suavemente varias veces, pero nadie respondió. Armándome de valor, decidí entrar y verificar qué estaba haciendo, lamento molestarlo a estas horas, pero el asunto era demasiado serio.
El despacho estaba en penumbras, solo iluminado por la tenue luz que se filtraba a través de la rendija de la puerta que daba al cuarto de descanso. Por lo menos parece que Ethan aún estaba levantado.
Caminé paso a paso como si fuera a ver al verdugo y repetí la operación de tocar con suavidad la puerta, pero al igual que me pasó anteriormente, nadie me dijo que pasara adelante.
Así que de nuevo volví a entrar de atrevida, buscándome quizás ver a Ethan en alguna situación embarazosa, lo cual iba a ser un mal comienzo, si lo que venía a pedir era ayuda.
Pero la habitación también estaba vacía y suspiré de ali