Esto enfureció aún más a Lisandro. Mientras algunas personas le perseguían por los regalos, Ximena ni siquiera miraba esos regalos.
A pesar de haber vuelto lleno de alegría, con la expectativa de verla disfrutar de los regalos.
—Si no hay, no hay. Si te atreves a tocarlos, cortaré la mano que uses.