—Mari, no te preocupes. ¡No vuelvas aún!
Dijo Ximena, quien se encontraba en el descanso, ya más tranquila. Aunque Lisandro todavía no había descubierto el problema, la presencia de él era suficiente para calmar el corazón de Ximena. Era como si Lisandro fuera su inagotable fuente de tranquilidad.