La cara de Roberto se tornó roja de ira, al darse cuenta que ella lo estaba chantajeando, no podía creer que esa era la niña dulce, cariñosa y ahora le hablaba de esa manera.
—¿Es en serio? ¿Me estás chantajeando a mí? —pronunció con incredulidad.
—¡Pues si! ¿Acaso no es lo que estás haciendo tú? —