CAPÍTULO 2. ACUSACIÓN INFUNDADA

Salí del salón donde se estaba realizando la celebración con un grupo de mis amigas a quienes no había visto desde mi partida a Venezuela. Decidimos ir a sentarnos a uno de los bancos ubicados en la zona boscosa del jardín. Comenzamos a conversar mientras caminábamos.

—Camil, ¡No puedo creerlo! —exclamaba Brigitte mientras les contaba mis anécdotas.

—Si amiga fue la experiencia más traumática de mi vida, sobre todo porque me había ido de aquí, normalmente cuando uno va a un baño en una estación de servicio está en condiciones, pero en esa vía de Calabozo a San Fernando de Apure no, entonces me bajé del auto para orinar en el pleno monte, cuando ese toro comenzó a seguirme, salí corriendo con mi ropa interior por las rodillas, sin importarme ser vista, mientras mis primos se estortillaban de la risa, ellos divirtiéndose a costa de mi mal momento, juro creí morirme del susto y después de la vergüenza.

Mis amigas y yo no parábamos de reír con los cuentos sobre mi estadía, porque aunque ahora parecía chistoso, en su momento significó una lección de vida para mí.

De pronto, empezamos a escuchar los fuertes gemidos de una mujer, gritaba demasiado, parecía la estaban matando, nos acercamos a la fuente del ruido, observamos a una mujer inclinada hacia adelante, mientras un hombre ubicado en su parte trasera la tomaba por sus caderas, la golpeaba con su… ¡Por Dios! ¡Qué atrevimiento! Pensé enfadada, cuando iba a caminar hacia ellos mis amigas me sostuvieron del brazo, yo estaba tan cabreada no quise atender razones, me parecía una falta de respeto verlos utilizar los patios de la casa de mi familia para semejante desfachatez.

Aparté de un manotazo las manos de mis amigas, no pude evitar que debido a la rabia mi voz saliera histérica con unos decibeles por encima de lo normal.

— ¡Por Dios! Es usted el colmo del descaro ¿Cómo se atreve a venir a los jardines de mi casa a culear? —Mis palabras eran en exceso vulgares, sin embargo, más asqueroso y fuera de las reglas de la buena costumbre, era eso que el par estaban haciendo de manera desvergonzada, sin ningún pudor.

El hombre se alejó de la mujer, se arregló su ropa, por la oscuridad de la noche no pude identificar su rostro, pero si pude percibir su timbre de voz, respondiéndome como si fuese yo quien estuviese faltando.

—¡Tú eres una fisgona! Deberías meterte en tus propios asuntos, no en los míos. Además, con esa voz tan chillona y mal educada, no creo tu familia tenga un jardín, sino más bien un circo para cobrar por escuchar tus insoportables alaridos.

Sus palabras provocaron, la agitación de mi sangre, iba a acercarme más a ellos, no obstante, mis amigas me detuvieron y esta vez Valet trató de apaciguar mi enojo.

—No le prestes atención Camil ¡Déjalo, no vale la pena! Tal vez sea alguno de los socios de tus abuelos o tíos, mejor vámonos. ¡Dejémoslo!

Estaba demasiado furiosa, no le hice caso a la recomendación de mi amiga, me giré aproximándome al lugar donde estaban el par de intrusos, mas como debí dar la vuelta porque los arbustos estaban entrelazados y no podía acortar el camino por allí, al llegar al lugar donde estaban, no los encontré, ya habían tomado otro camino, aunque, cuando giraron hacia la siguiente caminería la luz los iluminó, pude reconocer el traje, las facciones de aquel hombre, estuve segura, por  sus características correspondían a mi tío. Llevé mi mano a la boca y proferí una exclamación.

—¡Esto no puede ser! —Debo estar equivocada, pensé, mi tío Tad no sería capaz… él no, en cambio, su gemelo Camillo sí. Moví la cabeza reprochándolo mentalmente.

Ese señor mientras más viejo más sinvergüenza… mientras la voz de mi conciencia pervertida expresaba: “Viejo, pero su equipo le funciona muy bien, ¿No escuchaste los gritos de la mujer, cómo se retorcía…”? ¡Ya cállate! La paré en seco cuando me di cuenta del rumbo de esos pensamientos y me recriminé: ¡Estás loca Camil!

Mis amigas llegaron a mi lado, juntas deshicimos el camino andado para llegar allí. Agradecí tocaran otros temas diversos, para mi gran alivio no hicieron referencia en ningún momento a las escenas antes presenciadas y eso que hasta donde recuerdo, ellas tenían la mente bastante cochambrosa.

Llegamos al área de la fiesta mientras mis amigas seguían hablando como cotorras, tenían la capacidad impresionante de hablar más de cien palabras por minuto, entre las dos me tenían totalmente aturdida de tantas tonterías, a tal punto, de que pese a estar con ellas, sonreír cada cierto tiempo por su conversa, la verdad, no les estaba prestando la más mínima atención a sus comentarios, mis pensamientos se habían quedado concentrados en evocar lo ocurrido hacía unos instantes en el jardín, como ese hombre tomaba a aquella mujer con fuerza por las caderas, ella gemía gozosa, y para mi absoluto tormento deseaba con todas mis ganas estar en su lugar.

Esto no podía estar pasándome, pensé, imploraba porque uno de los protagonistas de esa escena no haya sido alguno de mis tíos, aun cuando era evidente y en mi interior lo sabía, solo podía tratarse de alguno de ellos. Decidida a averiguar la identidad de aquel hombre, empecé a caminar entre las mesas de los invitados, noté la ausencia de mi tío Taddeo, esposo de mi tía Camilla, hermana de mi padre.

Me negaba a creer se tratara de él, pues para mí ellos eran una de las parejas más hermosas, sólidas, vista alguna vez; no solo lo decía por el aspecto físico, pues también eran bastante lindos.

Mi tío tenía un aspecto envidiable, unos ojos azules que muchas veces podían llegar a tornarse grises, su cabello oscuro con unos reflejos dorados, piel clara,  con más de un metro ochenta y cinco de estatura, mi tía de ojos celestes, de más de un metro setenta, un cuerpo bien proporcionado.

No obstante, lo más destacable de ellos era su relación, la ternura de mi tío y el trato amoroso para con su esposa e hijos, casi nunca se enfadaba. Yo lo admiraba, me sentiría muy decepcionada si llegase a comprobar su participación en los hechos ocurridos hace escasos minutos antes en el jardín.

Comencé a buscar como loca, hasta conseguir a mis tíos, mis abuelos, los padres de mi tío Taddeo, también a mis padres conversando en el salón, me acerqué a ellos, comprobé que el traje vestido por mi tío era el mismo usado por el hombre allí afuera, no pude simular mi decepción, menos aún ocultar mi rabia; sin ponerme a pensar en las consecuencias de mi reclamo y del conflicto que podía generarse, pregunté:

—Tío Taddeo, ¿Ha visto a... —no sabía cómo llamarlo porque no lo veía como tío aunque todos mis hermanos lo llamaban así —, mi tío Camillo? —Lo interrogué porque eso me permitiría saber si su gemelo había llegado.

—Princesa, se saluda primero más aún si tenemos tiempo de no vernos —expresó abrazándome cariñosamente para después responderme—. Mi hermano aún no llega.

Al escuchar su respuesta, fue como un balde de agua fría, era la mayor prueba para aclarar la situación, por eso no lo dude ni un solo instante, el hombre allí afuera era él y con un tono de voz gélido le interrogué:

—¿Qué hacía usted en el jardín tío?

Su rostro palideció, cuando comenzó a hablar su tono era titubeante, eso para mí era una clara prueba de su culpabilidad. Eso hizo sacar mi carácter endemoniado de la familia, la cual se debía a la vena latina que corría por mi sangre, esa mezcla de genes venezolanos, ecuatorianos, argentinos, italianos y españoles, producto del origen de mis abuelos; esa explosividad e impulsividad, bulleron en mi interior, saliendo como la lava desbordante de un volcán.

—¡Usted es un sinvergüenza, descarado! —Todos los presentes se quedaron impávidos viendo mi enojo y actitud beligerante.

La primera en hablar fue mi madre —¿Qué te sucede Camil? ¿Por qué le hablas de esa manera a tu tío? Más respeto para él —me recriminó.

—El respeto se gana, se cultiva, creo esa palabra le queda grande a mi tío. Él era mi ídolo, su relación con mi tía era mi bastión de las relaciones de parejas y ahora sale con esas cochinadas —el rostro de todos era de desconcierto, mi tío fruncía el señor como si fuese inocente, si no lo hubiese visto pensaría lo mismo, pero él me había confesado donde estuvo hace un momento, allí afuera donde lo encontré siéndole infiel a mi tía.

—Camil, no sé qué te está pasando, pareces una niña malcriada, no voy a permitir continúes ofendiendo a tu tío—dijo mi tía Camilla bastante enojada.

—Ofensa fue la hecha por él, irrespetando esta casa como si fuese su hotel particular —ante mis palabras todos pusieron gesto de sorpresa.

—¡Creo estás equivocada! —afirmó mi tío Taddeo con desconcierto.

—¡Ningún me equivoqué! —. En ese momento llegaron mis amigas, se ubicaron cada una a mi lado para darme su apoyo—. Este señor estaba afuera en la zona boscosa del jardín teniendo sexo con una mujer, la tenía inclinada hacia adelante mientras él le daba por detrás, mis amigas pueden dar fe de la veracidad de esos hechos.

Todos abrieron los ojos desmesuradamente ante mis palabras, hasta a mí se me ruborizó el rostro al pronunciarlas, mientras algunas miradas empezaron a ver acusatoriamente a mi tío Taddeo, quien negaba insistentemente con su cabeza y mi tía Camilla me miraba molesta, sin poder creer en mi acusación.

“Se dice que existen tres clases de testigos: Los que han visto bien, pero dudan de lo visto. Los que han visto mal, sin embargo, creen haber visto bien. Y los que no han visto nada y aseguran haberlo visto todo.”  Marco Aurelio Almazán.

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