51. LA PERSECUCIÓN
La noche ha comenzado.
En el firmamento, la luna y las estrellas han sido tapadas por las gigantescas nubes grises que colman el cielo.
La carretera esta envuelta en tinieblas y en medio de ella va Cristine. La peliroja maneja con los nervios a flor de piel mientras un frío sepulcral recorre todo su cuerpo.
En la cajuela de su auto rojo yace Alexa, atada e inconsciente, aunque no por mucho.
Cristine salió tan rápido del pueblo que olvido por completo llenar el tanque de gasolina y ahora el auto se está quedando sin ella.
— No, no, no ¡maldición! — grita Cristine mientras le da un golpe al volante — tendré que detenerme por combustible — añade.
La chica conduce durante unos minutos mas hasta que llega a la única estación de servicio que hay entre el pueblo y la ciudad.
Cristine entra y estaciona el auto frente al dispensador de gasolina y un chico la atiende muy amablemente.
— Llena el tanque... Ya vuelvo — dice Cristine.
La chica apaga el motor del auto para bajarse cuando un cadilla