Micaela Stevens
Despierto y estoy en la habitación de la cueva, no recuerdo cómo llegué aquí, me levanto ipso facto, ya no tengo dolor de cabeza, salgo y ya es de noche.
No hay nadie a la vista, por lo que deben ser altas horas, deben estar descansando.
Aún así salgo afuera y todo está tan calmado que es confuso, conseguí a mi esposo con su Delta.
El malestar que sentí no debió ser por amor, porque no estoy enamorada de el, lo poco que llegué a sentir jamás llegó a ese sentimiento tan profundo.
Camino y me siento afuera, las pequeñas cabañas están alumbrando el lugar y se ve hermoso, este lugar inspira paz a pesar del huracán de cosas que siento por dentro.
Lo del divorcio es irrefutable, lo mejor es que me quede tranquila hasta su llegada y hacer lo inevitable, no hay manera de que pueda negarse, sonrío hacia el cielo aunque la reina luna no se está a la vista.
Por fin seré libre! Sonrío satisfecha de que todo por fin este saliendo como debe ser.
¿Que haré al irme de aquí? ¿D