La luna lo bañaba todo con su brillo pálido. El pasillo largo, de barandas pulidas y farolas encendidas, parecía suspendido en el tiempo.

Una ligera brisa agitaba la cabellera rubia de Adalet, pero ella apenas la sentía. Solo podía mirar a Zefor, con el corazón latiendo fuerte en el pecho.

—¿Tan poco te importa tu vida y la del cachorro en tu vientre? —gruñó ese Alfa dorado, cada palabra saliendo como un filo tenso de rabia contenida—. ¿En serio eres tan terca para arriesgarte… por el hijo bastardo que tuve por error con una m@ldita traidora?

—No fue un error protegerlo —susurró Adalet con voz temblorosa—. Connie lo dijo… que si me conectaba con él… lo mantendrías con vida.

Zefor parpadeó lentamente. Su mandíbula se tensó.

—¿Y realmente lo hiciste…? ¿Arriesgar tu vida, así?

—Sí… —respondió ella, casi sin respirarlo, claramente mintiendo—. Por medio del brazalete y del pendiente. Connie los hizo para crear un vínculo. Lo sentí… está ahí.

—¿Y desde cuándo decides cosas