Uno de ellos lo señaló y preguntó:
- ¿No es uno de los esposos de la reina, que vino de visita?
- ¡Sí! ¡Es él! – dijo un segundo, revelando una sonrisa retorcida - ¿Qué pasa? ¿Te perdiste?
- ¡Ven aquí, guapo! – dijo un tercero - ¡Te vamos a cuidar muy bien!
Brett se puso en posición de defensa. Lamentó estar desarmado, pero, aun así, no estaba dispuesto dejar que esos sujetos lo sometieran.
- Por favor, déjenme en paz – les pidió Brett, manteniendo el tono de su voz – Si no…
- ¿Si no, qué? – le desafió el tercer sujeto, tomándolo de la muñeca - ¿Llamarás a tu mami? ¡Ni te nota! Ja ja ja.
Esto rebasó el límite de su paciencia.
El joven príncipe giró y le pateó a un costado, log