Bella…
Mi padre me llevó al altar. Me soltó el brazo, se acercó y me besó en la mejilla. “Todos estamos aquí para ti”, susurró.
“Gracias, papá”.
Papá me dejó y tomó asiento en primera fila, junto con todos mis hermanos y mamá. Me sonrió y me mostró un pulgar hacia arriba. Le dediqué una pequeña sonrisa y me giré hacia Ace. Miré hacia arriba, ya que era mucho más alto que yo, aunque llevara tacones.
“Veo que te gusta mi regalo”, susurró. Sus ojos se clavaron en mí; me miró directo a los ojos.
“Sí, gracias”, respondí con sinceridad.
“Estás preciosa, Bella”, sonrió Ace. Lo miré y me di cuenta de que no estaba nervioso en absoluto. ¿Por qué no estaba nervioso?
“No puedo decir lo mismo de ti”, sonreí con satisfacción. Él soltó una risita y negó con la cabeza.
La ceremonia fue corta y Ace tenía una sonrisa estúpida en la cara. Ojalá pudiera abofetearlo aquí y ahora, pero no podía hacerlo delante de toda esta gente. Puse mis manos en las suyas y sentí una chispa en cuanto nuestras man