Gael se sorprendió por un instante al ver las lágrimas de Connie deslizándose por sus pálidas mejillas.

Un escalofríos recorrió el cuerpo de ese Rey dragón, su corazón latiendo dolorosamente, una sensación asfixiante que él ligaba siempre a todo lo que lo ataba a esa hembra, incluyendo la marca.

Aún así…

¿Por qué siempre cedía?, querer consolarla, era un sentimiento del que no se podía resistir aunque fuese hipócrita de su parte, después de todo… Quien causaba su dolor, era él.

Gael se acercó a la hembra, su mano se acercó a su mejilla, dispuesto a secar sus lágrimas, cuando…

¡PLAF!

¡Connie le apartó de un manotazo!

¡Eso lo sorprendió aún más!, pero su expresión se mantuvo seria, viendo a esa hermosa loba, que se dirigió a la entrada de la mansión, sin decir ni una sola palabra.

Gael la detuvo del antebrazo, justo cuando Connie pasaba cerca de él.

—¿No es lo que quieres? —resonó su voz fríamente, él no trataba de ser tan rudo, pero su molestia emergió ante el re