Capítulo 4
De repente sentí un zumbido repentino en mis oídos. Mi cuerpo, ya derretido por sus besos, se calentó aún más. Apenas podía creer que esas palabras hubieran salido de la boca de Sebastián. Mis orejas debían estar completamente rojas, y mi nuca ardía intensamente. Cuando intenté apartarlo con la mano, Sebastián inclinó la cabeza y depositó un suave beso en el lóbulo de mi oreja.

—Están regresando —murmuró.

Me sobresalté y miré por la ventana donde Ángel y Mariana se acercaban entre risas. Rápidamente me aparté para volver a mi asiento, me cubrí con la manta y fingí seguir dormida. Pero apenas cerré los ojos, la sensación extraña en mis labios me alertó.

Saqué mi pequeño espejo de maquillaje y vi que mis labios estaban ligeramente hinchados y brillantes, con el lápiz labial algo corrido. Era evidente que algo había pasado.

Miré a Sebastián con reproche: —¡Todo por tu culpa, mis labios están hinchados!

Él, recostado en el asiento, limpiaba sus gafas con calma mientras me miraba y señalaba
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