En el momento en que ese nombre vino a su mente, Leo comenzó a sentirse sofocado, por lo que pensó marcharse de ese lugar cuanto antes para no convulsionar. En el momento en que se dispuso a dirigirse a la salida, Mike se acercó para preguntar qué le sucedía.
—Hermano... ¿Qué te pasa?
—Perdón, siento náuseas —contestó el chico pelirrojo un tanto mareado.
—¿Cómo? ¿Quieres ver a un doctor? —preguntó Mike visiblemente preocupado.
—No te preocupes —respondió, tratando de apartar a su amigo—. Iré a la habitación a descansar, no quiero que te pierdas de tu fiesta. Diviértete —tras esto, se alejó.
Mike no pudo detener más a su amigo, ya que en ese momento aparecieron unos reporteros para hacerle unas preguntas, por lo que no le quedó de otra que quedarse.
Al mismo tiempo, el chico pelirrojo se dirigió apresurado a la salida. Cuando se encontró en el vestíbulo, comenzó a sentir que cada paso le quitaba el aliento. Mientras luchaba por no trastabillar, de pronto escuchó que su teléfono m